Me dicen que Pinocho es una hazaña técnica de la animación. Debe ser, no lo dudo, pero lo ignoro, sólo puedo acudir a mi memoria, a la película de Walt Disney, como referencia permanente. Por cierto, la he vuelto a ver y me ha parecido maravillosa, como la primera vez que la vi no recuerdo en qué pantalla. No he leído el libro de Carlo Collodi de 1882, pero me consta que Del Toro es un mago de la fantasía, lo sigo siempre y me sorprende en cada nueva aventura de la imaginación como sólo pueden hacerlo los grandes narradores.
La primera vuelta de tuerca genial del Pinocho de Del Toro no se nota, pero rige toda la narración. Insisto, no he leído el libro, pero en este nuevo Pinocho un padre pierde a un hijo y éste, desesperado, talla en madera durante una noche etílica a un muñeco que será su hijo imposible. Todos hemos tallado una noche a un hijo imposible.
En mi memoria, en cambio, un muñeco de madera se convierte en un niño verdadero gracias a un Hada Azul que lo toca con sus poderes mágicos. La película de Del Toro trata de un padre enloquecido por la pérdida, destruido por la tragedia, abatido por el amor que pondrá en un pedazo de madera tallado a imagen y semejanza del que se ha ido para siempre.
El recuerdo suele ser un tirano. Mientras veía el Pinocho de Guillermo del Toro me faltaban Juan el Honrado y Stromboli, los malvados personajes de Disney, pero empecé a ver otra obra, distinta, más profunda, más triste: la del enfrentamiento, el combate del padre que desea a otro hijo y la del hijo que no quiere a ese padre. No sé si hago psicoanálisis de banqueta, pero de esto trata este Pinocho.
No sé si siempre trató de lo mismo y yo vi la que a Disney le dio la gana. Los grandes realizadores pueden darse lujos costosos. Del Toro pone a Pinocho y a Gepetto en la Italia fascista, y a Mussolini en un teatro de marionetas donde da terribles órdenes supremas.
La imaginación de Del Toro no conoce límites, el poder de su magia transforma al espectador en alguno de sus personajes. Al terminar la película supe que siempre hemos sido un niño de madera que no satisface al padre, ese hombre que sufre por una pérdida irreparable.
Rafael Pérez Gay
@RPerezGay