Puedo entender que sea más noticioso analizar las razones de la eliminación del América que el pase de los Pumas a semifinales, eliminando precisamente a los dirigidos por Santiago Solari.
Pero prefiero, cuando menos hoy, concentrarme en lo bien que hicieron las cosas los del club que representa a la Universidad Nacional Autónoma de México.
Yo soy uno de los muchos que no veían cómo los comandados por Eduardo Lillini podrían eliminar al equipo que dominó la tabla durante toda la temporada regular, ese que quedó como superlíder con bastantes más puntos que el segundo lugar.
Hoy les reconozco a los universitarios todo lo bueno que pusieron sobre el terreno de juego para conseguir ese 1-3 en casa de las Aguilas, el Estadio Azteca.
Ambición, entrega, amor propio, valentía, pero sobre todo capacidad futbolística, pues sin esta última simple y sencillamente no habrían ganado. Los Pumas pusieron también carácter, pues muy pronto en el partido del sábado pasado se vieron abajo en el marcador tras el cobro acertado de un penal por parte de sus rivales.
Hay que reconocer a la directiva que supo hacer, ya bien entrado el torneo, un cambio de dirección deportiva, con la llegada a este cargo del experimentado Miguel Mejía Barón. Gran decisión fue también la de mantener en la dirección técnica a Andrés Lillini. Pero quizá lo más destacado haya sido que elementos que habían tenido un desempeño más bien pobre, generando duras críticas que cuestionaban su contratación, empezaran a brillar. Sobre todo las del ecuatoriano Washington Corozo y el brasileño Diogo de Oliveira.
Es evidente que quienes comandan a los Pumas han hecho un extraordinario trabajo de motivación, trasladando con maestría la afectación que genera la crítica en un plan de acción tendiente a revertir las cosas. Además, todo esto contra el rival más odiado.
Rafael Ocampo
