Es dolorosamente evidente que el trabajo que se viene haciendo en la dirección de Selecciones Nacionales de la Federación Mexicana de Futbol no está dando buenos resultados.
Cada una de las representaciones que se arman, de todas las categorías (femenil y varonil), está obligada a clasificar a los campeonatos del mundo y, en su defecto, a los Juegos Olímpicos. No hacerlo, quedarse fuera de estas justas internacionales, es un absoluto fracaso que debe implicar la renuncia o remoción casi automática de los responsables no sólo en la cancha, sino a nivel directivo.
El futbol mexicano es parte de una de las áreas más accesibles. La Concacaf no puede representar un obstáculo insalvable sobre todo cuando se clasifican dos, o tres o hasta cuatro selecciones a esos grandes torneos.
La realidad es que México no estará representado en el próximo Mundial Sub 20 varonil (a jugarse en Indonesia), ni tampoco podrá estar en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Pero ni bien se había digerido este tropiezo cuando la Selección Femenil que busca su pase al Mundial 2023 (a jugarse en Australia y Nueva Zelanda) y a los mismo juegos olímpicos de París, empezó su torneo clasificatorio con una derrota ante Jamaica. Una derrota que se registró de locales, en el Estadio Universitario de Monterrey, y que pone las cosas casi imposibles pues luego de enfrentarse a Haití en su segundo duelo, se las tendrán que ver con la potencia Estados Unidos, que incluye a sus principales figuras.
Literal: nos podemos ir olvidando del Mundial y, por partida doble, de los Juegos Olímpicos.
Esto es un golpe enorme para todos los que participan del futbol en México. Televisoras y patrocinadores de forma principal.
Por supuesto que vendrán cambios, sean renuncias o despidos. Hoy las explicaciones salen sobrando y la asunción de culpas resulta absolutamente fuera de lugar.
Rafael Ocampo