Hace ya algún tiempo que ciertos propietarios de equipos de futbol de la Liga BBVA pusieron en su agenda de trabajo el tema de la inflación salarial y de la adquisición de derechos de los futbolistas.
Hace también ya algunas temporadas las televisoras que habitualmente habían sostenido gran parte de la operación de estos clubes, empezaron a cuestionarse si los millones de pesos que pagan por la exclusividad de los derechos de transmisión era realmente redituable.
Muy pocos son los partidos que generan cada fin de semana altas audiencias... la mayoría mantiene cifras estancadas y otro buen número de partidos no le interesan más que a unos cuantos.
Volviendo al tema de los salarios, no solo las grandes figuras ganan cantidades al mes casi ofensivas para nuestra economía, sino esas bolsas grandiosas se las llevan también entrenadores y directivos... Se han filtrado sueldos de directores o presidentes deportivos que se sitúan en los 700 mil u 800 mil pesos mensuales. Eso, más bonos por logros como entrar a la Liguilla o llegar a semifinales, finales o ganar campeonatos. Eso, más prestaciones como renta de casas en condominios residenciales lujosos o autos deportivos último modelo.
Un director técnico o entrenador ronda en la Primera División entre los 400 mil pesos y el millón o millón 200 mil pesos al mes, dependiendo de la fortaleza financiera de cada equipo y de los blasones que presenta dicho personaje.
Un jugador joven recién debutado puede ganar 80 mil pesos al mes, pero el promedio salarial de un jugador del máximo circuito debe rondar los 300 mil y los 400 mil pesos mensuales.
Quizá la crisis generada por el coronavirus en el terreno económico resulte el envión que había faltado para completar la discusión que esos propietarios no pudieron ni completar, ni concluir.
Si esas cifras que convierten en deficitarios a los clubes ya no vuelven a estar a disposición de los empresarios propietarios de los equipos ¿qué va a pasar en nuestra liga?
La enorme mayoría de los equipos profesionales de futbol dependen económicamente de grandes empresas o grupos empresariales que han visto en este deporte un espacio socialmente válido para invertir sus excedentes o ganancias. Pero la enorme mayoría de las empresas del país (y del mundo) van a quedar seriamente tocadas como para seguir con esa dinámica.
Hay que estar muy atentos a cómo se reconforman estos escenarios. El futbol seguirá siendo negocio, pero con márgenes no tan amplios.