Son varios los campos en los que el gobierno federal y los distintos gobiernos estatales pueden y deben regular y supervisar al futbol profesional mexicano. Que se paguen los impuestos sin trampas, por ejemplo. Que se cumpla a cabalidad, sin engaños ni transas, la ley laboral, es otra. Que se atiendan y extremen las medidas de seguridad para evitar actos violentos en los estadios y en sus inmediaciones.
Y si uno revisa esta relación con más detalle y tiempo seguro aparecerán más puntos delicados, marcados por las diferentes leyes que regulan los espectáculos públicos, que marcan el accionar público y privado, gubernamental y empresarial.
Pero ninguna acción del gobierno federal se requiere para que la Selección Mexicana de Futbol eleve su nivel competitivo y ofrezca los resultados que los millones de aficionados reclaman cada cuatro años que la Selección Nacional queda eliminada de forma muy temprana en las Copas del Mundo.
Esto no le toca al gobierno, faltaba más, con tantas responsabilidades. Y lo entiende muy bien el presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo dejó muy claro la semana pasada en la que prestó durante algunos minutos su foro de la mañanera a un periodista que denunció diversos actos presumiblemente ilegales, incluido el audio de una llamada telefónica que tiene como protagonista al presidente de Grupo Pachuca, Jesús Martínez y el entonces presidente de la FMF, Decio de María.
Pero ojalá la provocación que implicó ese balconeo multitudinario (la conferencia mañanera del Presidente es vista por millones de personas), sirva para algo más que vergüenza y ayude a que se pongan las pilas los dueños del balón.
Hace muchos, muchos años ya, desde el gobierno federal se nombró un “Comisionado del futbol” (Gustavo Preticcioli, a la postre Secretario de Hacienda). El experimento ese no sirvió de nada. Pero no estaría de más que quienes toman decisiones en la Federación y en la Liga estudiaran esa parte de la historia.
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