Fue el triunfo de la selección mexicana de futbol contra su similar de Alemania, hace dos años, en el arranque del Mundial de Rusia, algo realmente asombroso. Pero al mismo tiempo fue también meritorio.
Nadie puede decir que los entonces dirigidos por el colombiano Juan Carlos Osorio no dieron ese día una gran actuación. El propio entrenador demostró que en muchas de las estrategias que se le criticaron en su proceso, eran las adecuadas para dotar al futbolista mexicano de personalidad ganadora y un modelo de juego colectivo efectivo.
Pero lo que en esa Copa del Mundo generó tantos comentarios positivos y tanto espíritu de orgullo, en ese mismo torneo se acabó. La selección vino terriblemente a menos y fue eliminada en la segunda ronda por el representativo brasileño.
Hoy sabemos por declaraciones del mismísimo Osorio, que a los seleccionados nacionales les faltó creerse realmente que podían eliminar a Brasil y completar la histórica actuación mundialista que tanto se anhela cada cuatro años.
Se recuerda estos días ese triunfo cuando han pasado dos años de la victoria ante los alemanes. Por desgracia no queda más que la anécdota. La selección nacional la dirige hoy un nuevo entrenador, el argentino Gerardo Martino, y el equipo vive una transición que no queda muy clara todavía hacia dónde va… Los nuevos no terminan por consolidarse y los viejos no se resignan a jugar el papel de eventuales acompañantes.
Vamos, ni siquiera se ha podido organizar un buen debate sobre lo que pasó con la selección en Rusia. Como tantas veces ha sucedido se les dan vuelta a las páginas así nada más, sin conciencia de nada.
Este es uno de los grandes males de nuestro futbol. No hay manera de sistematizar en programas de trabajo las experiencias. Ni las positivas ni las negativas. Los informes que los entrenadores presentan son documentos que nadie puede revisar y seguramente carecen de un formato común. Del histórico triunfo ante Alemania no ha quedado nada bueno.