La protesta no es contra Diego Cocca, que (todavía) no ha hecho nada como para que la afición lo aborrezca o rechace como entrenador de la Selección Mexicana de Futbol.
Las protestas, los insultos que el entrenador de origen argentino recibió la noche del pasado domingo en el Estadio Azteca, consumado el empate a dos goles contra el representativo de Jamaica, fueron contra un frustrante cuadro de sensaciones y resultados negativos que viene, cuando menos, de diciembre último a la fecha, cuando se fracasó en el Mundial de Qatar.
Cocca, por supuesto, es el receptáculo de esa amargura, por la relevancia de su cargo y por lo delicado de su responsabilidad. Así hay que procesar lo que sucedió hace apenas unas horas en el otrora insalvable para los rivales Coloso de Santa Úrsula.
Digo esto porque me parece sumamente injusto que por este resultado se empiece a juzgar con excesiva dureza a quienes acaban de llegar: Diego Cocca, por supuesto y, entre otros directivos, a Rodrigo Ares de Parga.
Ya les tocará asumir responsabilidades a ambos, pero ahora veo que de forma hasta un tanto gratuita se les quiere golpear, sobre todo al entrenador.
Como sea a partir de este cuadro que ya puede ser calificado de muy desagradable, ambos (y otros personajes que los respaldan dentro de la Federación Mexicana de Futbol), deben tomar apuntes precisos de que hay un cuadro de insatisfacción e intolerancia entre aficionados y medios de información especializados. Algo que no enfrentaron quienes comandaron los procesos mundialistas anteriores.
Hoy todo mundo se sentirá con derecho a reclamar sus cabezas y a demandar cambios a diestra y siniestra y muy probablemente sin ton ni son. No va a resultar nada sencillo trabajar con respaldo y calma de aquí a que arranque el mundial del 2026. Por ello debe imperar la cordura. Todos lo deben de entender. Sí, hasta Hirving Chucky Lozano.
