El gran asunto es saber quién da la cara en los Pumas. Quién se hace responsable de los pésimos resultados que originó la muy cuestionable decisión de designar a Rafael Puente del Río como entrenador del equipo.
¿Quién? ¿El rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Enrique Graue? ¿Quién? ¿El presidente del club, Leopoldo Silva? ¿Quién? ¿Miguel Mejía Barón, quien regresó hace apenas unos meses como máximo responsable del proyecto deportivo?
Los tres personajes, en su distinta dimensión, han aparecido, siempre de forma muy discreta o con un perfil bajo, respaldando al entrenador oficialmente despedido el día de ayer, tras perder de locales ante el Pachuca.
Es importante saber el grado de responsabilidad en esta historia de Graue, Silva y Mejía Barón no solo para saber en manos de quién está el futuro inmediato de este importante equipo de la Liga Mx, sino para conocer su nivel de autocrítica.
¿Cómo es que pudieron creer que Rafael Puente del Río, que acumulaba puros fracasos, sería el indicado para llevar a buen puerto los destinos del equipo?
Los engañaron. Se dejaron engañar. Compraron espejitos con tremenda candidez. Lo escribí en este espacio hace algunas semanas: ¿Cómo pudieron creer que con este entrenador el equipo estaría bien? Un equipo, hay que decirlo, que tiene muy buenos jugadores línea por línea.
Y por supuesto que en el futbol profesional las historias negativas son muchísimas y no hay equipo que se libre de ellas. Pero hay apuestas que se terminan perdiendo que nacen con un sentido esperanzador que genera consensos. Esta no.
Por ello insisto en que se deben asumir responsabilidades de forma honesta y que esto no debe quedar en un simple despido de un entrenador. Hoy Pumas no es uno de los equipos débiles en el campo del presupuesto. ¿Cómo es que no les da para contratar a un entrenador de prestigio y exitoso?
