No hay convicción en quienes señalan actos de favoritismo arbitral, motivados por dinero, en contra de los Pumas en su duelo del pasado sábado contra el América.
Si las hubiera, habría que fincar acciones serias ante las instancias adecuadas, tanto dentro como fuera del ámbito de la Liga Mx.
¿Qué pruebas tiene el entrenador de los universitarios, Antonio Mohamed, de que tras lo que consideró uno o dos o tres errores del árbitro en contra de su equipo, hay dinero repartido al silbante? ¿O qué debe entenderse del gesto que hizo con sus manos tras pasar frente a los integrantes del banquillo adversario rumbo al vestidor?
Una cosa es intentar evidenciar lo que, insisto, a su juicio fueron errores del árbitro (ni siquiera hay consenso entre analistas y otros participantes de este partido de que efectivamente fueran yerros), y otra cosa muy diferente atreverte a sugerir o a señalar que hubo repartición de dinero para provocarlos.
Hasta para llorar hay que tener estilo y cierta responsabilidad.
La realidad es que los Pumas no jugaron nada bien contra el que es su rival más odiado. Merecieron perder. No es que el América haya sido mucho mejor, pero sí hizo más que ellos para quedarse con los tres puntos.
Las acciones o juicios arbitrales polémicos tuvieron que ver en las áreas con supuestos y reales penales. Un gol se le anuló al América, pero le dolió a Mohamed que la anotación con la que perdieron vino tras el cobro de un penal que considera no debió de haberse marcado.
Se espera que la Comisión Disciplinaria castigue al entrenador de origen argentino. Lo sabremos en las próximas horas. Pero los Pumas mismos deberían de castigarlo también. No es un club este que representa a la Universidad Nacional Autónoma de México, una institución que deba aceptar este tipo de conductas.