Repelo del discurso, armado con muchísimos lugares comunes que abominan la “mediocridad del futbol mexicano”, en especial de las competencias que avalan la Liga Mx. Dicen quienes recurren a este calificativo que lo que más representa esa medianía es el repechaje previo a la Liguilla en la que se enfrentan a juegos de ida y vuelta, para definir al campeón de cada torneo, los ocho mejores.
No comparto que nuestro futbol sea mediocre. A mi me parece que con índices objetivos de calidad de por medio, que la Liga Mx puede ser catalogada la mejor del continente americano. Veo partidos, desde hace muchos años, de las Ligas argentina, brasileña, chilena, colombiana y no son mejores que la que tenemos en casa.
El formato que se mantiene en el futbol mexicano para definir al campeón no me parece tampoco injusto. No hay equipo malo que pueda ser campeón, ni siquiera uno medianamente bueno. El equipo que se queda con el título, más allá de si fue el que terminó como el superlíder o de es uno que fue superándose de forma realmente verídica con el paso de las jornadas, es porque termina jugando realmente bien.
Es un formato que al final no le termina regalando nada a nadie. Vi, por ejemplo, el partido del sábado entre el Atlas y el Pachuca. Me sorprendió de forma muy agradable la evolución de los rojinegros dirigidos por el joven Benjamín Mora. Hace un mes todo mundo hubiera considerado no solo justo, sino necesario despedir a este director técnico. Su equipo no daba una y al menos en el partido referido contra los Tuzos, los vigentes campeones, demostraron puntos muy agradables: dominio del medio campo, con toques rápidos, variados y precisos… con ataque por las bandas que desequilibra y con una contundencia irrefutable.
Pero lo más seguro es que a este Atlas esa evolución no le alcance para nada. Tendrán que seguir prosperando y esperar el próximo campeonato.
Y así, en este enfoque que refuta la mediocridad, seguiré poniendo ejemplos en mis próximos escritos.
