Todo texto original entraña creatividad: la redacción es un acto de creación basada en habilidades, experiencias e intenciones reflejadas en palabras y puntuación: herramientas para dar cauce a la expresión de una idea, concatenada con otras para desarrollar una idea mayor: una tesis, una trama, una ley general.
En nuestros días, con mayor frecuencia se recurre al concepto de escritura creativa, un método de creación de contenidos basado en el uso de recursos literarios fuera de los márgenes de las producciones académicas, técnicas o excesivamente formales, con lo que se desafían discursos hegemónicos para renovarlos bajo la mirada del presente.
Precisamente porque se establecen en función del presente, su eficacia tiene la marca del tiempo, pero ¿qué texto no la tiene? La escritura creativa es un tipo de creación textual que privilegia la expresividad y la libertad en la redacción, de ahí que la publicidad sea un campo donde ese concepto se aplica bajo la acepción de copywriting, es decir, escritura basada en un antecedente, que lo renueva.
No tengo noticias si el gran escritor Jorge Luis Borges (1899-1986) conoció el empleo del copywriting, pero sí de la memorable metáfora que nos legó sobre el acto de escribir: “Escribir es un modo de soñar, y uno tiene que tratar de soñar sinceramente. Uno sabe que todo es falso, pero es cierto para uno. Es decir, cuando yo escribo estoy soñando, sé que estoy soñando, pero trato de soñar sinceramente”.
La escritura es creativa, un modo de soñar sinceramente. Esos valores cobran relevancia tratándose de la redacción de un producto de comunicación entre las personas, de ahí que haya ciertas leyes asociadas como la honestidad que subyacen a todo escrito: la sinceridad, la primera de ellas, no en cuanto al autor, es decir, si éste debe alejarse de todo fingimiento sobre lo escrito, sino en cuanto a la persona lectora: verosimilitud se le llama: aceptar, por ejemplo, que en siglo XXII una nave de la fuerza espacial mexicana ejecutó una misión relativamente sin importancia en Ganímedes, una de las lunas de Júpiter… aunque en mi presente el siglo XXII no haya llegado, como lo relata el gran mexiquense Carlos Olvera (1940-2013) en su novela “Mejicanos en el espacio” (Diógenes, 1968).
Esa verosimilitud da lugar a ese rasgo de ética que solo la escritura creativa establece, independientemente de la función o utilidad que entraña. Tengo para mí que ese es el rasgo de mayor importancia de un “texto creativo”: revelar una realidad antes no expresada en esos términos, bajo esa mirada particular, de ahí que si hemos de atribuirle utilidad a la escritura creativa sea la exponer lo nuevo, pertenezca al presente o no.
Por eso, escribir es hacerlo creativamente, con las marcas de presente, en las que indefectiblemente se revela un contrato de verosimilitud que acordamos en seguir para comprender mejor nuestra realidad. La tuya, la mía.