De un tiempo para acá, las bibliotecas públicas, esos espacios especializados en resguardar libros e impulsar la lectura, tienen una presencia más constante en la internet, signo de su adaptación a los medios y lenguajes de hoy.
Las bibliotecas nacionales de España, Colombia o Chile son ejemplos de la creciente publicación de contenidos interactivos en la Red que han dejado atrás la idea de la biblioteca como el almacén sombrío de libros al que pocas personas asisten. Incluso empiezan a multiplicarse las bibliotecas digitales de consulta global y acceso libre, con notables resultados de visitas y fidelización a los recintos físicos.
Actualmente, hay casos en los que la información que resguarda la biblioteca es más visible, gracias a que los libros y los documentos son entidades dinámicas, abiertas a la curiosidad de cualquiera más allá de las fronteras políticas e incluso lingüísticas, y que se encuentran vinculadas a otras disciplinas de la cultura actual, pues de los libros se derivan películas, música, artes plásticas y más expresiones fácilmente asequibles para el gran público; este es el nicho de oportunidad que han aprovechado las bibliotecas más grandes para seguir estando en la órbita de interés de los lectores.
La fuerza de los libros en las bibliotecas está en la capacidad de sus resguardatarios para hacer valer los atractivos inherentes de esos objetos que contienen las maravillas del conocimiento humano y producen en sus lectores gran asombro. Esa capacidad creativa tiene poco que ver con los libros en sí: el enorme catálogo de fuentes culturales representa el abanico de intereses de las comunidades donde se encuentran las bibliotecas, de ahí que sea tan importante el acceso libre y sin condiciones a una biblioteca.
La gran mayoría de personas es proclive a la televisión, el cine y las pantallas portátiles; las bibliotecas que incursionan en las redes sociales y los medios interactivos de la actualidad, aprovechan esa afinidad para crear contenidos y programas de actividades concordantes con esa fuente de consumo, enfocándose en los niños, pues ahí se encuentra el gran potencial de consumidores de libros, tanto como lo son de contenidos visuales; es muy común la creación de infografías para facilitar el acceso a información compleja: los libros con esas características tienen una gran posibilidad de ser leídos para convertirse en el umbral de consultas más amplias y especializadas.
Sin embargo, más allá de toda estrategia de acceso al conocimiento, estamos hablando de promover la lectura en la biblioteca, ahora con nuevas herramientas y nuevas vías. Todo un reto para los administradores de los recintos magníficos del libro, sobre todo de quienes saben que, al impulsar la lectura de libros, atienden una experiencia recreativa e imaginativa.
Este es el desafío central de las bibliotecas públicas que dependen de los gobiernos, por ejemplo. Hay bibliotecas en las cabeceras municipales, dentro de los palacios de gobierno, en los centros de reclusión y readaptación social, en los centros de educación, incluso no hay escuela, por pequeña que sea, que no cuente con un espacio para resguardar libros. ¿Cuántas experiencias de lectura podrían contabilizarse todos los días en esos recintos del saber y la creatividad? Tengo para mí que ese es el indicador mayor al que debemos aspirar como sociedad. Hay mucho por hacer aún en esta materia.