La mayoría de las mujeres pensamos que al momento de convertimos en madres todo será color de rosa, pero cuando nos enfrentamos a ser madres solteras sin elección, después de una ruptura de pareja, nos damos cuenta de que es una responsabilidad que tenemos que asumir para la crianza de nuestras hijas e hijos.
No estamos preparadas para los retos que se presentan cuando se cría en solitaria, la falta de tiempo y las dificultades económicas lo vuelven todo más difícil.
En mi situación al principio me sentía avergonzada por haber fracasado en mi relación y afrontar la realidad de ser mamá soltera, yo creo en ese punto no encuentras la salida.
Me sentía con ganas de salir corriendo, pero tenía que salir adelante.
Así que empecé a trabajar dobles jornadas para que mi situación económica mejorara, aun así me faltaba tiempo para estar al cuidado de mi hija y obviamente no tenía vida social, el poco “tiempo libre” lo ocupaba para las labores en casa.
La separación del matrimonio se convierte en una situación negativa, por lo que es necesario plantear claros acuerdos de ambos progenitores para mantener a las hijas e hijos fuera de conflictos.
El padre de mi hija y yo acordamos una convivencia de forma conjunta, ya que él también tenía que asumir su responsabilidad, al principio no fue fácil para mí que él estuviera al cuidado, pero tampoco quería un padre ausente, además, siempre se mostró comprometido y receptivo a sus necesidades.
Yo creo que fue la mejor decisión que tuvimos para el bienestar de mi hija, dejando a un lado los conflictos del divorcio, aportando una sana convivencia.
Recordemos que las niñas y niños tienen derecho a tener experiencias con su papá, si el ambiente es sano, lejos de un contexto de violencia.
Es importante la coexistencia con cada uno, mamá y papá, para recibir y expresar afectos, inculcar valores para que se puedan desarrollar de manera positiva en la sociedad.
Ser madre soltera no es estar en soledad.