En los relatos bíblicos las realidades creadas adquieren sentido en función del ser humano y el trabajo aparece ligado a la condición humana desde antes del pecado, que no es la razón del trabajo en sí, sino de la fatiga. El trabajo en sí debe ser apreciado ya que gracias a él se obtiene o se produce lo necesario para una vida decorosa. Por otra parte, el trabajo no es el último fin o el sentido de la vida humana, por lo que no cabe tampoco idolatrarlo, ya que es un medio y, como tal, nos permite avanzar hacia la verdadera realización humana, que es más importante que el trabajo.
Ligado al tema del trabajo se halla el tema del descanso. El hombre necesita trabajar para vivir y esta es una exigencia natural, pero necesita también descansar y en ello podemos descubrir cómo el trabajo se subordina a las cosas que son más apreciables en la vida. El descanso abre una puerta de libertad y de realización personal y comunitaria, puede decirse interpersonal. Es por esto que muchas veces se presenta el destino trascendente de las personas como descanso eterno. De hecho también la figura del banquete celestial se orienta a significar que ese destino presupone un trabajo que llega a su fin y perfección.
Las estructuras sociales, económicas y políticas deben favorecer el trabajo pero también asegurar el necesario tiempo de descanso no solamente a los trabajadores del nivel básico, sino el de todos aquellos que se empeñan y esfuerzan en el trabajo, incluidos quienes en estructuras de trabajo privadas o públicas ocupan cargos o realizan funciones directivas.
Quien trabaja sin duda tiene que procurar hacerlo bien y prepararse y capacitarse permanentemente, porque el trabajo es colaboración al bien común, naturalmente suponiendo trabajos honestos. Es muy conveniente que participe en las instancias y estructuras que protegen sus derechos, como sindicatos u otro tipo de asociaciones. Sin embargo no debe olvidarse de atender a su familia, especialmente a los hijos, cuidando su educación; participar en otras realidades sociales de diversa índole, como instituciones religiosas, culturales y deportivas y ciertamente debe saber cultivar amistades y buenas relaciones comunitarias.
Los creyentes podemos sacar inspiración del mismo Jesucristo, que dedicó mucho tiempo de su vida al trabajo, a ejemplo de José, su padre, a los ojos de sus contemporáneos. El mismo apóstol Pablo trabajaba aún cuando como misionero se hallaba fundando comunidades, trabajaba manualmente para no ser gravoso a nadie, pues su oficio era el de fabricar tiendas, que se hacían de cuero.