Como actividad humana, la economía tiene una importante connotación moral. La relación que guardan ambos campos es necesaria e intrínseca, sin que ello signifique que no deban distinguirse. Si la economía se ocupa de la satisfacción de las necesidades humanas mediante el empleo de los bienes económicos y posee sus propias leyes, en cuanto que también en el campo económico se debe respetar y promover la dignidad de la persona humana, existe una relación de estas actividades con el bien y el mal en sentido moral. En efecto, la economía no es fin en sí misma, sino en su destino humano y social. Esto significa que el crecimiento económico debe ir de la mano de una justa distribución de las riquezas.
Un punto central para plantear la cuestión moral en la economía es el reconocimiento de que el bien del hombre no puede reducirse a la acumulación de bienes cuantificables en términos mercantiles. El desarrollo ha de ser integral y solidario, que supone un mercado encuadrado en un contexto jurídico que a su vez posee un sólido fundamento ético. Así como la libertad de los ciudadanos no significa la ausencia de leyes o la anarquía, la libertad en el mercado no significa que no deban existir regulaciones y leyes por las cuales esa libertad pueda realizarse. Empresas, mercado, propiedad privada y libre creatividad en el sector económico juegan un importante papel y se pueden valorar positivamente siempre que se orienten al bien moral, es decir al desarrollo del hombre corporal y espiritualmente considerado; pero todas estas cosas pierden su sentido si se usan injustamente, provocando el bien material de pocos y la imposibilidad de muchos para lograr su desarrollo.
Las empresas que son iniciativa de personas libres deben interesarse por servir al bien común de la sociedad produciendo bienes y servicios útiles. Ciertamente deben tener criterios económicos, pero no deben descuidar los valores, pues se trata de mantener una visión personalista y comunitaria. El mercado no puede ser juzgado sin referencia a los fines que persigue y los valores que en él se transmiten. Aunque es un instrumento eficaz, por sí solo no puede satisfacer todas las exigencias humanas. El Estado, por su parte tiene como tarea fundamental la definición de un marco jurídico adecuado y, de modo subsidiario, apoyar las áreas que necesiten su auxilio. El sistema económico debe contar además con la acción pública y privada sin fines de lucro, es decir asociaciones intermedias u organizaciones sociales, cuya aportación al bien común y a la dimensión moral de la economía es fundamental.