La Iglesia Católica tiene como principal cometido ayudar al hombre en el camino de la salvación, que considera que es el fin primordial del hombre. Si bien es cierto que no todos los hombres son cristianos, ni todos los cristianos son católicos, conviene a todos tener presente cómo la Iglesia se considera a sí misma y cómo concibe su relación con la sociedad.
La doctrina cristiana que enseña contiene también un apartado especial llamado doctrina social, que comenzó a ser sistematizado en tiempos del papa León XIII, pero hay que señalar que tiene su fundamento en la Sagrada Escritura, en la Tradición (es decir la enseñanza de los apóstoles atestiguada por los Padres de la Iglesia, o sea, por los santos sabios de los primeros siglos de la historia de la Iglesia). Ese apartado especial trata de la sociedad y sus estructuras y de las tareas que los cristianos tienen en relación con ellas. Se propone también en este campo ayudar a la salvación de todos.
Entonces, además del dogma, la Iglesia propone una verdad moral que se descubre ya sea en la naturaleza humana como en el Evangelio. Poner en práctica el Evangelio significa abarcar no solamente el ámbito eclesial y espiritual, sino la vida del hombre en sus diferentes aspectos.
La doctrina social no es una digresión o una injerencia, sino un campo debido donde hacer resonar la dimensión liberadora del mensaje cristiano, que, como dice el “Compendio de doctrina social de la Iglesia” toca “el complejo mundo de la producción, del trabajo, de la empresa, de la finanza, del comercio, de la política, de la jurisprudencia, de la cultura, de las comunicaciones sociales, en el que el hombre vive.”
La Iglesia no pretende definir modelos económicos o políticos, o de otros ámbitos sociales, sino proporcionar la luz sobre los fines y los medios en función del fin último del hombre y, por ello, en cuanto ámbitos donde deben promoverse la libertad, la justicia, la verdad, el derecho, la paz, etc.
Añade el “Compendio” que “no se debe reducir erróneamente el hecho religioso a la esfera meramente privada, por otro lado, no se puede orientar el mensaje cristiano hacia una salvación puramente ultraterrena, incapaz de iluminar su presencia en la tierra.” Por ello, “es tarea de la Iglesia anunciar siempre y en todas partes los principios morales acerca del orden social, así como pronunciar un juicio sobre cualquier realidad humana, en cuanto lo exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas”.