Cultura

Volver a la vida

Es curioso cómo en esta cadena que llamamos “vida” nos asumimos siempre como un ser que “ha llagado a” y no como uno que “ha perdido algo”. Así, no consideramos que hayamos perdido instintos sino que hemos llegado a ser racionales. Ni creemos que hayamos perdido la posibilidad de sobrevivir en la naturaleza sino que hemos creado la “civilización”. Ni consideramos que hemos enfermado y caído en la locura al matar “hembras de la manada” u otros seres de nuestra misma especie, que es señal de enfermedad en cualquier mamífero: solo decimos que somos un ser “complejo”.

Me asombra la naturalidad con que asumimos que como seres humanos hemos salido ganando porque la evidencia dice lo contrario, tanto para el ser humano como para el planeta. El ser humano se ha abarrotado en ciudades inclementes. Para sobrevivir se encierra en espacios artificiales, lejos de la naturaleza y trabaja todo el día. El resultado es su infelicidad, para lo cual produce fármacos que le ayuden a sobrevivir y a adaptarse a esa sociedad enferma. Somos un ser que ya no corre ni camina del arroyo a la guarida, no se mueve en medio de la naturaleza a la cual pertenecía.

Por otro lado, para el planeta hemos sido un cáncer: nos hemos desarrollado como lo hace un crecimiento desmedido de células. La biomasa del planeta se ha transformado básicamente en seres humanos y comida para seres humanos.

¿Dónde están los animales? Pregunta mi colega María Antonieta González Valerio en un libro coordinado por ella que lleva el título Encuentros animales. Yo le respondería: primeramente están en tu plato. Y como biomasa, están transformados en seres humanos: nos hemos comido al planeta y a sus habitantes. La biodiversidad desapareció en el plato de millones de seres humanos que hemos vivido en un sistema que, por otro lado, deja sin comida a muchos otros, una locura.

Los antiguos taoístas tenían una palabra que designaba aquello sin labrar, la madera sin tallar, la tela rústica, la pared de barro y el estilo de vida que conlleva rodearse de elementos naturales. Pero hoy lo natural, lo no trabajado por el ser humano, ha perdido su valor, mientras que lo artificial, lo que el ser humano ha trabajado y transformado para moverse con rapidez o para extraer más y más comida o energía de la Tierra, para vivir más, tener más, ser más, ha adquirido un valor especial que pretende reflejar en su precio… pero nada vale lo que el agua, la hortaliza o el aire.

Todo está de cabeza: ¿por qué asumirlo con tal naturalidad? Y ¿por qué juzgar como “sanos” a quienes se adaptan mejor a vivir esta enfermedad que llamamos “civilización”?

Lo que hace falta es volver a la vida y sus valores.


Google news logo
Síguenos en
Paulina Rivero Weber
  • Paulina Rivero Weber
  • [email protected]
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.