Es curioso que esta época sea difícil para algunos mientras que para otros sean fiestas de alegría. No me refiero a su significado religioso sino a los días despojados de sentido tanto para religiosos como para ateos. Es una época que remite a momentos de grandes expectativas, en los que la familia y los amigos por fin cuentan con el tiempo para reencontrarse, pero cuando eso cambia se tornan en días vacíos. Eso es una pena porque podrían ser días de tranquilidad para reflexionar todo aquello que no se puede por la prisa de la cotidianidad.
Somos tiempo: somos lo que hacemos en el constante instante que vivimos. En el filme Las horas, basado en La señora Dalloway de Virginia Woolf, antes de suicidarse, uno de los personajes confiesa que no tiene nada qué hacer con las horas: cada hora es un sinsentido. Pienso entonces en el doctor Jesús Candel, un médico español que, sabiéndose desahuciado por un cáncer terminal con metástasis, hace un llamado a la población para crear una clínica especializada en una nueva forma de enfrentar el cáncer. Él muere con la clínica ya funcionando y deja la labor a sus colegas, quienes, en efecto, han creado las nuevas clínicas UAPO (Unidades de apoyo para pacientes oncológicos).
¿Cómo pudo este hombre encontrar la fuerza y el sentido de su vida sabiéndose completamente invadido por el cáncer? En España se ha vuelto una especie de héroe y no sin razón. Es sorprendente que gente como él, sin mayores recursos, logre sobrevivir por meses a un agresivo cáncer cuando los especialistas le daban días de vida. Pero no solo se trata de que haya logrado sobrevivir más de lo creíble, sino que haya sido capaz de encontrar sentido a su vida de manera tan creativa y generosa.
Así fue siempre Jesús Candel: un hombre activo, siempre preocupado por la injusta distribución de la salud en su país. Pero lo que sobresale es la claridad que Candel tuvo a lo largo de su vida: luchó contra todo para ejercer la medicina a su manera y cuando su profesión, la medicina, lo desahució, se negó a darse por vencido.
¿Cómo escapar al sinsentido? Creo que la falta de sentido viene de afuera: de un mundo desquiciado por el capitalismo rabioso que insiste en que todo se resuelva teniendo siempre más: más dinero, más reconocimiento, más tiempo, más compras, más todo. El sentido se encuentra solamente en el adentro, en el interior de la persona, esto es, en su forma de ser y vivir.
Esta época se ha convertido en un terrible distractor; el dictum dice: compra, sal, diviértete. Pero di-vertirse es verterse hacia afuera, es lo contrario de encontrarse a una misma. Yo deseo, querida lectora, querido lector, que en esta época encuentres el tiempo para vertirte (verterte, pues) en ti mismo. No digo que las personas no deban di-vertirse, sino que también podemos dejar un tiempo para verternos en la propia forma de sentir, de pensar, de vivir.
Sólo de ahí puede venir el verdadero sentido de la propia existencia.