Cultura

Ignacio Solares, el amigo, el adiós

Como suele sucederme, en el peor momento saqué la voluntad para enfrentar lo que no tenía previsto: me paré frente al grupo de personas que se habían quedado sin lugar, tomé los programas del concierto y elevando la voz por encima del griterío les dije que ese era su boleto para el próximo concierto. Yo no estaba segura siquiera de que existiera un “próximo concierto”, pero me dio miedo de que tanta gente reclamando pudiera romper las puertas de vidrio, así que repartí “boletos” sin ton ni son.

Con la sala a rebosar, hace más de 20 años presenté una pequeña parte de la música compuesta por Friedrich Nietzsche. La vida me regaló un hermano músico que se encargó de organizar todo: cantantes, sala, pianistas para obras a cuatro manos… y lo volvería a hacer para el “próximo concierto” y para la posterior edición del CD que, gracias a Nacho Solares, pudimos realizar.

Terminamos el concierto con la musicalización que Nietzsche hizo a un poema de Lou Andreas Salomé: una oda a la amistad. Al comentar esta obra, dije que para mí la amistad era un ámbito sagrado, a su paso sacraliza todo cuanto toca. Un amigo, una amiga, es un ser sagrado y por eso perderles duele tanto.

Al concluir, un torbellino de personas se acercó y, entre ellas, una me abrazó y me dijo: “Si eso es para ti un amigo, yo quiero ser tu amigo”. Era Ignacio Solares, a quien yo no conocía. Y así fue, fuimos grandes amigos. Aprendí mucho con él, conocí a su esposa Myrna y a su amigo Pepe Gordon, con quien por vez primera supe lo que era meditar. Nacho me aconsejaba y en ocasiones yo hacía lo mismo, tuvimos una amistad muy hermosa.

A veces pasaba tiempo sin verlo porque ambos estábamos siempre ocupados. Y así pasó este último tiempo hasta el sábado pasado cuando, al rayo del sol, esperaba el camión. Decidí resguardarme en el andén del tren cuando leí el comunicado de la UNAM. Mi cuerpo rompió a llorar y de inmediato le escribí a Myrna. En ese instante llegó el camión y el conductor me preguntó si estaba bien. Y le dije que no, que no estaba bien, que un amigo había muerto. Completamente desorientada, bajé dos paradas antes. Caminando esas dos paradas bajo el rabioso sol, lloré su ausencia. Adiós a un gran escritor, un complejo e inteligente psicólogo y un querido amigo.

Nacho ya no está aquí. Ya no tendrá más dudas existenciales de las que podamos hablar, ya no escribirá más libros. El mundo se ha empobrecido.

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Paulina Rivero Weber
  • Paulina Rivero Weber
  • [email protected]
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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