Poetas, filósofos y pensadores escribían sus obras en la Grecia Clásica: eso era lo habitual. De modo que la agrafía socrática fue y continúa siendo un hecho extraño: él nunca escribió una sola palabra; pasaba la vida platicando con jóvenes atenienses a quienes mostraba la importancia del pensamiento crítico. Pero él mismo dejó muchas indicaciones que explican su resistencia a la escritura.
Una de esas indicaciones la comentó con Fedro, a través de un mito: cuando en Egipto reinaba Thamus, acudió a verle el mismísimo dios Theuth para entregarle el cálculo, la geometría, la astronomía y las letras al pueblo egipcio. El rey Thamus le preguntó por la ventaja de cada uno de estos saberes y cuando llegó a la descripción de la escritura, dijo: “Este conocimiento, rey, hará más sabios a los egipcios y extenderá su memoria”.
El rey no quedó nada convencido y consideró que al tener por escrito el saber, los seres humanos se confiarían en la escritura y podrían buscar el saber fuera de sí mismos. Esa sería solo una sabiduría aparente, que permitiría hablar de muchas cosas sin comprenderlas: serán personas presuntuosas con aires de sabios, mas nunca sabios.
Lo que preocupaba a Sócrates es que tener acceso a la información y repetirla, si bien puede dar una apariencia de sabiduría, una cosa es tener información y otra es ser una persona sabia. Y hablamos de una época muy remota; no me puedo imaginar lo que diría Sócrates sobre el actual acceso a la información.
¿Qué es una persona sabia? He ahí la paradoja: una puede saber muchas cosas, sin ser sabia. Una puede tener un amplio acceso a la información, sin ser sabia. Para Sócrates, la sabiduría consistía en ser capaz de emplear la educación, para desde ahí parir el propio saber.
No repetir: crear. No acudir al maestro: rumiar. No citar: pensar. Solo eso puede darle un sentido auténtico a la educación, la cual no consiste en memorizar, sino ser capaz de habitar el mundo con respeto.
No hace falta una reforma educativa: hace falta una evolución y hasta una revolución educativa. Educar no es memorizar: es sensibilizar al individuo ante la vida. La información ahí está: falta la sensibilidad del cuerpo, esto es, el deporte en serio, y de la mente; la enseñanza del arte y la filosofía.
Paulina Rivero