Cultura

El fracaso del humanismo

Pathos es una palabra interesante. De ahí viene padecimiento, pero también pasión. Y es que la pasión, como lo dijo Spinoza, es lo que le acontece a alguien que no es activo, que se deja arrastrar por un afecto. Pero también de pathos viene empatía, el concepto clave para salvar a nuestro averiado planeta. “Empatía” significa empatar con el otro, esto es: hacer propio lo que le pasa al otro, sentir y vivir lo que le sucede, lo que acontece al otro. Si el otro es lastimado, empatía es sentir que a una misma se le está lastimando.

¿Quién es el otro? Bueno, el otro es todo aquel que no soy “yo”. Para algunos la expresión “el otro” remite únicamente a otro ser humano. Pero algunos de los más grandes científicos y pensadores han insistido en que es imprescindible extender el círculo de nuestras preocupaciones hacia otros seres que no son humanos. Porque preocuparse únicamente por lo humano no ha dado un buen resultado para el planeta.

En ese sentido el humanismo ha fracasado. “Nada humano me es ajeno”, ha sido su lema, y es una buena expresión, pues a algunos no les importa lo que le pasa a otros seres humanos, de modo que el que sí importe la vida de los demás ya es bueno. Pero no es suficiente porque deja fuera a todo lo que no es humano, y de ahí la situación actual del planeta.

Gracias a la exclusiva preocupación por lo humano, cada año se sacrifican más de 82 mil millones de animales en el mundo para alimentar de manera muy desigual a la población humana (Cf. En línea Our World in Data, de la Universidad de Oxford ). Sabemos que podemos vivir, y vivir bien, con la proteína de las plantas; sabemos que la ingesta de carne genera múltiples enfermedades al ser humano; sabemos que para probar un bocado de carne, un animal vivió su vida en sufrimiento constante, en condiciones terribles, pero no aceptamos cambiar nuestra forma de comer.

Nada hay más difícil que cambiar un hábito adquirido desde la infancia que a la vez se apoya en todo cuanto nos rodea. Pero los millones de animales que la humanidad mantiene en cautiverio para comérselos no solo sufren: defecan y orinan contaminando tierra, ríos y mares. Por otro lado, son millones los animales que han muerto porque su hábitat no ha importado, pero ahora por esa falta de interés, el planeta se muere.

El fracaso del humanismo tiene que conducirnos a un ecologismo radical. Adiós al humanismo: hace falta el animalismo, el ecologismo y hasta el ontocentrismo: nada nos es ajeno. Debemos hacer nuestra la preocupación por la vida y por aquello que, sin estar vivo, crea y sostiene la vida: el agua, el aire, la tierra en su exterior y en su interior porque, como diría Nerval, un misterio de amor en el metal reposa.

Solo un humanismo radicalmente ecológico puede salvarnos.


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Paulina Rivero Weber
  • Paulina Rivero Weber
  • [email protected]
  • Es licenciada, maestra y doctora en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus líneas de investigación se centran en temas de Ética y Bioética, en particular en los pensamientos de los griegos antiguos, así como de Spinoza, Nietzsche, Heidegger.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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