Cultura

No vale nada la vida…

La autora comparte la historia alrededor del monumento y capilla del mausoleo de José Alfredo, en Dolores Hidalgo, Guanajuato; El arquitecto Senosiain encontró en el sarape y el sombrero dos atributos representativos del compositor


Reza el epitafio que se lee sobre la tumba en donde descansa mi padre, en el panteón Municipal de Dolores Hidalgo, Guanajuato. Afirmar que la vida no vale nada lleva al oyente a enfrentarse a una paradoja que, tal vez, lo deje más contrariado. Sin embargo, esta aparente incongruencia tiene sentido en el lenguaje poético, que es el que maneja el compositor. El valor de la vida se encuentra, quizás en donde no se ve, solamente se percibe. “Yo aquí me quedo paisano…” y esta nueva paradoja hoy se devela en el contexto de la permanencia. Hace 50 años trajimos a José Alfredo a su pueblo adorado, a donde él pidió quedarse.

Lo primero que tuvo fue una lápida sencilla, escrita a mano con ese primer verso de “Camino de Guanajuato”: “No vale nada la vida”. Más adelante, se erigió un monumento con la escultura representando al Sagrado Corazón de Jesús y un libro abierto, cincelado en mármol sobre la lápida con el mismo epitafio, pero ahora también adornado con un pentagrama, en donde resaltan algunas notas. Por último, algunos familiares decidieron levantar una capilla cerrada en torno a la tumba.

“Comienza siempre llorando y así llorando se acaba, por eso es que en este mundo la vida no vale nada…”.

¡La llave! ¿Quién tiene la llave? Había veces que aparecía, otras que nadie encontraba dónde había quedado. Año con año incrementaban los peregrinos que deseaban visitar la tumba, llevarle flores, una canción, un mensaje, rezar una oración… No obstante, dependían del cuidador, del humor en el que lo encontraran o de la propina que le ofrecieran. Al principio fue difícil tomar la decisión, aunque sabíamos que no debíamos aplazarlo mucho y como dice el refrán: “A grandes males, grandes remedios”. Fundamentamos el cambio con el motivo de conmemorar su 25 aniversario luctuoso. No valía la pena pensar en una remodelación, era una capilla sin gracia que requería de mucho mantenimiento; por eso, optamos por construir algo diferente, desde luego abierto para que la gente pudiera circular con libertad y acercarse hasta la tumba.

“Voy a morirme solo sin molestar a nadie, voy a morirme lejos cuando mi amor se acabe; escogeré del mundo el peor de los caminos y le diré a la gente que no nos conocimos”.

“El sarape que envuelve la espalda de José Alfredo tiene una especie de ritmo musical”: Javier Senosiain. especial
“El sarape que envuelve la espalda de José Alfredo tiene una especie de ritmo musical”: Javier Senosiain. especial

El arquitecto Javier Senosiain tenía que encontrar los elementos representativos del personaje para que el proyecto fuera original, diferente, para romper con lo tradicional, empero, preponderando aquellos rasgos de identidad que brotan de nuestras raíces; atributos que nos distinguen frente al mundo. La mayoría de los cementerios son lúgubres y mantienen tonos tenues o gamas en marfil; por lo general, el colorido se encuentra en las flores que dejan los deudos. Violentar esos entornos con formas y color no es parte de la costumbre; sucede para las fiestas que conmemoran a los muertos y nada más. Sin embargo, Dolores se caracteriza por sus trabajos de alfarería, oficio que aprendieron directamente del cura Miguel Hidalgo y Costilla, padre de la Patria.

En sus canciones José Alfredo nos cuenta sobre las muertes que lo van sorprendiendo en el camino. Casi siempre sus decesos los ocasiona el amor, como en “Pa’ todo el año”: “Para de hoy en adelante ya el amor no me interesa: cantaré por todo el mundo mi dolor y mi tristeza; porque sé que de este golpe ya no voy a levantarme y aunque yo no lo quisiera voy a morirme de amor”.

El sarape de Saltillo y el sombrero son dos de los atributos más representativos del compositor; de ahí que el arquitecto se inspirara en esos dos elementos para diseñar el monumento. Es una capilla que puede ser contemplada y también recorrida. Comenta Senosiain: “Bordeando el sinuoso sarape de azulejos multicolores, los paseantes pueden ir leyendo algunos de los títulos de las canciones más célebres de José Alfredo Jiménez, que se hallan grabados en las franjas del sarape.”

“Yo nací pa’ vivir sin consuelo, todo el mundo me hiere y me olvida; sólo falta que tú te me vayas pa’ quitarme de plano la vida”.

Continúa el arquitecto: “El sarape que envuelve la espalda de José Alfredo tiene una especie de ritmo musical y la disposición de las franjas elaboradas con azulejo recuerdan un pentagrama. Asimismo, sus suaves bajadas y subidas evocan la orografía que el autor menciona en ‘Camino de Guanajuato’. El gran sombrero, color dorado cobrizo, sirve para proteger a los visitantes del sol y de la lluvia. Su copa, que hace las veces de cúpula, cobija la tumba y sus cuatro pedradas originan una cruz, que cubierta con vitrales azul cobalto, baña de luz el epitafio.”

“Camino de Santa Rosa: la sierra de Guanajuato, ahí nomás tras lomita se ve Dolores Hidalgo. Yo allí me quedo paisano, allí es mi pueblo adorado”.

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Paloma Jiménez Gálvez
  • Paloma Jiménez Gálvez
  • [email protected]
  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.
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