Cultura

Los caminos de José Alfredo

Este año se conmemoran 50 años de su partida en el 14 Festival dedicado a su vida. ESPECIAL
Este año se conmemoran 50 años de su partida en el 14 Festival dedicado a su vida. ESPECIAL

Enero es el mes de los propósitos, de las buenas intenciones que, a veces, se quedan truncas; es el mes para planear porque la voluntad se siente a flor de piel, dispuesta y, sobre todo, entusiasta. El clima frío aviva los sentidos, permitiendo que las emociones broten, dándole sentido a los proyectos. Después de la fiesta de Reyes, el primer evento importante que se nos presenta a nosotros es el Día del Compositor, que se celebra el 15 de enero. Desde hace muchos años se instauró la costumbre de festejar en grande; tuve la oportunidad de organizar dos o tres de ellos cuando trabajé en la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), durante la década de los 70, ya que asistía al maestro José Ángel Espinoza Ferrusquilla, quien llevaba el departamento de Relaciones Públicas.

De un tiempo a la fecha, la gran comida para celebrar a nuestros autores y compositores se realiza en las mismas instalaciones de la SACM. Es un día para convivir y recordar con los hijos de los amigos de mi padre tantos momentos y las anécdotas que pasamos juntos de niños. Lo que a mí me inquietaba este año era encontrar la manera de conmemorar a mi padre en su 50 aniversario luctuoso. Ya tenía algunas ideas, pero necesitaba entusiasmar a las personas indicadas. De modo que mientras la gente se divertía comiendo, bebiendo y bailando, yo tuve la oportunidad de platicar con la doctora Marina Núñez, y transmitirle el interés de rememorar la obra de José Alfredo en esta fecha tan significativa.

No cabe duda de que fue ella la persona indicada. A la semana siguiente ya estábamos trabajando y viendo de qué manera podríamos enlazar, lo que yo señalé como Los caminos de José Alfredo. Si bien en esta columna he mencionado algunos de sus periplos, creo que a través

de sus versos se bifurcan senderos de todo tipo. Enlazar las canciones de mi padre con el pueblo y la cultura era el principal objetivo. El poeta tiene material para extenderlo por todo el territorio nacional, y que este año, que en realidad comenzará el 23 de noviembre, sea dedicado a él desde muchas esferas y en distintos puntos de la República. Podríamos empezar con:

“Este es el corrido del caballo blanco, que en un día domingo feliz arrancara, iba con la mira de llegar al norte, habiendo salido de Guadalajara… Cruzó como rayo tierras nayaritas entre cerros verdes y el azul del cielo…”.

Para no salirnos de la zona recordemos “El corrido a Maza-

tlán” o “El corrido de Sonora”: “Ay, qué bonito Paseo del Centenario, ay qué bonita también su catedral, aquí hasta un pobre se siente millonario, aquí la vida se pasa sin llorar…”.

“Me partí toda el alma en pedazos y en mi pecho crecieron los males, me encontré en unas tierras extrañas y agarré mi camión pa’ Nogales…”.

José Alfredo va tejiendo historias por los diferentes estados, ciudades y pueblos de México; hay canciones dedicadas a Chihuahua, Aguascalientes, Toluca, Tlaxcala, Michoacán, que narran diferentes anécdotas; historias entrañables como la que nos describe el amor, la entrega y las emociones que mueven al “Perro negro”, o los relatos en los que podemos sentir las pasiones que viven personajes representativos como “El siete mares” o “Jesús Maldonado”:

“Olas altas, olas grandes que me arrastran y me alejan, cuando anclemos en Tampico quédense un ratito quietas, tan siquiera cuatro noches si es que entienden mis tristezas…”. “Ahora cuentan sus amigos de una pasión verdadera, Conchita, la de Apizaco, a quien llaman La Rielera, le pegó fuerte en el alma volviéndose una cualquiera…”.

Jiménez hace camino al andar porque, gracias a su trabajo, tuvo la oportunidad de recorrer el país de un extremo al otro. Fue un gran observador, que aprovechó esa capacidad para poner en palabras lo que vio, lo que vivió y algunas cosas que le contaron. Casi todas sus letras se relacionan con el amor. ¿Quién podría negar que es el amor lo que en verdad mueve a los seres humanos?

Por eso entendí que una noble manera de conectar este 50 aniversario con su obra se revelaba en los caminos ya recorridos. Como símbolo, su plenitud se despliega en la vida misma, las oportunidades le salían de modo cotidiano, pues atravesó mares, praderas, valles, montañas, desiertos y puertas de cantinas que lo llevaron también por el camino de la noche y las parrandas.

“Me voy por el camino de la noche dejando que me alumbren las estrellas, me voy por el camino de la noche porque las sombras son mis compañeras…”.

El poeta marcha hacia la inspiración, no hay duda que aquí el sujeto lírico se refiere a la inspiración. Pero para descansar, para dejar la vida material, tiene que volver al útero y así recuperar la identidad:

“Camino de Santa Rosa: la sierra de Guanajuato, ahí nomás tras lomita se ve Dolores Hidalgo. Yo allí me quedo paisano, allí es mi pueblo adorado”.

Y aquí estamos, viviendo las jornadas del 14 Festival Internacional José Alfredo Jiménez.

De esto daré cuenta en la próxima columna.


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Paloma Jiménez Gálvez
  • Paloma Jiménez Gálvez
  • [email protected]
  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.
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