Leonardo Borbolla
Fue en la segunda mitad de la década de los 40 cuando José Alfredo Jiménez con sus amigos, Jorge Ponce y los hermanos Ferrusca, decidieron formar un grupo musical, Los Rebeldes, para llevar serenatas y Mañanitas, amenizar reuniones y disfrutar de esa vocación. Eran jóvenes que trabajaban, que amaban la música y que sabían tocar algún instrumento. Fello, como cariñosamente le llamaban los más cercanos, contaba con su voz, pues él no había aprendido música; apenas, unos años antes y con muchas dificultades, había logrado terminar la educación primaria en la Escuela Nocturna Maestro Vicente Lombardo Toledano, ubicada en Ciprés 132, en la colonia Santa María la Ribera.
Leonardo Borbolla
México estaba en plena efervescencia, se vivían años de derroche y crecimiento, mientras Europa padecía los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Aquí la gente se miraba a bordo de un Cadillac directo al desarrollo sin obstáculos ni culpas, y algunos relegados o soñadores, pensando en el progreso deseaban conseguir su propio automóvil para dirigirlo hacia un futuro prometedor. El restaurante La Sirena, propiedad de don Mateo Ponce y su esposa Elenita, resultó el sitio ideal para que aquel grupo pudiera expresarse con libertad. Jorge, el hijo de los dueños, tocaba el requinto con la naturalidad y la frescura de los oriundos de Yucatán.
Leonardo Borbolla
Al cerrar por las tardes, después de hacer las cuentas, llegaban los Ferrusca con sus guitarras y en el piso de arriba se ponían a ensayar los boleros de moda, las rancheras de Monge, Guízar, Esperón y Cortázar, algún valsecito peruano y, con mucho atrevimiento, los tangos de Gardel que a José Alfredo le apasionaban. Poco a poco y en la medida que mi padre fue componiendo sus canciones, incorporaron dentro de su repertorio algunos de esos temas. Vivían los años dorados de la juventud, los miedos de enfrentarse al porvenir, pero también empezaron a aparecer en sus vidas los grandes amores con rosas que, a veces, traían sus tallos repletos de espinas.
“Yo, yo que tanto lloré por tus besos, yo, yo que siempre te hablé sin mentira… hoy solo puedo brindarte desprecios, yo, yo que tanto te quise en la vida…”
Este estribillo desgarrador de la canción “Yo”, es el testimonio de la primera gran cicatriz que nos deja el poeta. Los hermanos Enrique y Valentín Ferrusca trabajaban en Azúcar, S.A., sociedad que fue creada con el fin de que el gobierno interviniera en la industria azucarera del país. Allí conocieron a Leonardo Borbolla, aficionado a la fotografía y también a la grabación. Ambos pasatiempos lo llevaron a improvisar un pequeño taller en la casa de su madrastra, mi tía Celia Gálvez, hermana de mi madre. Leonardo era soltero, de modo que podía invertir su sueldo en todo aquello que le atraía. Por sus inclinaciones podemos deducir que era un hombre inquieto, interesado en la investigación y en los avances de la tecnología. Sin embargo, su curiosidad no lo alejaba de los amigos, así que cuando se enteró que los Ferrusca habían formado un grupo, enseguida les propuso grabarles un disco promocional y tomarles algunas fotografías para que pudieran darse a conocer en las estaciones de radio. Debemos recordar que en aquella década, la radio era la madre de la difusión. Todo se comunicaba por este medio y en los hogares las voces de los locutores y cantantes se escuchaban a través de ella casi todo el día. Uno de aquellos primeros temas canta:
“Ya mis canciones no son alegres, ya mis canciones tristeza son. Ya me encontré con el sentimiento, ya me encontré con la decepción…”
Leonardo Borbolla
El cuarteto pudo estrenar en los micrófonos de la XEX “Un día nublado”, en 1945. Gracias, en parte, a los discos promocionales que les grababa Leonardo. Hoy dejaremos aquí una muestra de algunas de las fotografías que, este artista desconocido, tomó para ayudar a sus amigos en aquella afición que los unió durante varios años como grupo musical, pues la amistad fue mucho más duradera.
Leonardo Borbolla
¿Qué pasaba en el corazón de José Alfredo? Es verdad que sus canciones no muestran alegría ni regocijo. Hay quienes afirman que fue la decepción, la afrenta de verse derrotado lo que detonó su vena de compositor. Yo no estoy tan segura, pues hay letras anteriores a la traición de la mujer que amaba, versos cargados de sentimiento que hablan ya de una veta en ciernes muy prometedora.
La primera canción “Vino y mujeres” que aparece en su libro bitácora es un buen ejemplo, la escribió a los 17 años, en marzo de 1943; se dio a conocer mediante el disco conmemorativo del 30 aniversario luctuoso del compositor, en el que los cantantes de rock le rinden un tributo a José Alfredo, titulado “XXX”, Alex Lora eligió ese tema y lo musicalizó:
“Dice la gente que soy un perdido que voy por el mundo tomando mezcal, esa es mi vida y para eso he nacido y no creo que haya alguien que me haga cambiar…”
Paloma Jiménez Gálvez*
*Doctora en Letras Hispánicas