Como bien dice la periodista Carmen Domingo en su libro #Cancelado. El nuevo Macartismo, la manía de “cancelar a alguien por lo que piensa” se encuentra presente desde tiempos inmemoriales, pero últimamente se ha acentuado debido al poder que tienen y ejercen los usuarios de las redes sociales, donde desde el anonimato cibernético juzgan con furia, lapidan y mandan a la hoguera a cualquiera para suprimir su presencia, “anular su trabajo, su reputación o vida a nivel público”.
En este proceso de lapidación cibernética, las razones y el diálogo son los grandes ausentes, porque la emoción manda y abre paso a la impunidad. Los canceladores “no solo serán aplaudidos por una mayoría que se suma al carro de lo popular, sino que, además, no recibirán ninguna crítica y en no pocos casos serán enaltecidos por los medios de comunicación, viendo en ellos aliados que aumentarán sus audiencias sin demasiada exigencia por la verdad”. Al final, el cancelado terminará con la cabeza gacha presa de los efectos derivados de las represalias sociales, económicas, personales, profesionales.
Visto a la luz de lo señalado por Carmen Domingo, ¿podemos decir que Peso Pluma fue víctima de la presión ejercida por una panda de canceladores renuentes a que fuera él quien cerrara el festival de Viña del Mar?
Me parece que Peso Pluma no fue mártir de nada –en todo caso, es víctima de su mal gusto y espantosa voz–, porque la ola de críticas jugó a su favor. Sin quererlo, los canceladores fueron sus promotores. ¿Ello quiere decir que debe aplaudirse la decisión de mantenerlo en el cierre del evento? En mi opinión, no.
Si se le puede llamar canto, el suyo es un exhorto a la violencia, la ilegalidad, el consumo de drogas, alcohol, el lujo y los excesos descontrolados. Además de la derrama económica depositada en unos cuantos bolsillos, su producción “musical” y presentaciones en vivo, humana y socialmente, no dejan nada más allá de agrandar el ego de esos rufianes que alaba y distorsionar la mirada sobre el mundo de niños y adolescentes que encuentran en la épica narca una aspiración y sueño de vida.
Dicho lo dicho, da pena que esta vez los esfuerzos de la cultura de la cancelación hayan servido de tan poco. En Viña del Mar, Peso Pluma no bailará solo.
