Hoy en día, suele pasar que, cuando los pacientes acuden a consulta, principalmente por dolor, el médico receta analgésicos y antiinflamatorios diversos; algunos de estos enfermos ya conocen y han usado la mayoría de los analgésicos, incluso refieren haber estado usando la marihuana desde meses atrás o, por lo menos, en alguna ocasión.
La forma de empleo varía: tomada, untada o fumada.
El caso es que, más allá de los juicios morales, religiosos o jurídicos, el paciente ya va en “avanzada” respecto al uso de la marihuana para aliviar sus malestares.
Al enfermo, lo que le interesa, en su situación muy particular, es el alivio del insomnio, depresión y dolor.
Generalmente lo combinan con otros medicamentos recetados por su médico de cabecera.
Parecería, pues, que los pacientes asumen la delantera en el uso terapéutico de la marihuana de manera empírica.
Pero, surge una pregunta, entre tantas:
¿Por qué es común que los enfermos usen empíricamente la marihuana? Y tal vez sea porque es fácil de conseguir, y económica; pero también, quizá, por la nobleza de sus efectos, es decir, difícilmente refieren haberse intoxicado.
Algunos mencionan un episodio de náusea y vómito o mareo, y ya no la consumen, pero la mayoría tolera el autoconsumo del canabis, empíricamente para sus dolencias.
Del grupo de pacientes que estamos hablando, son personas mayores de 50 años, que padecen de dolores crónicos por traumatismos o cirugías previas, diabetes con polineuropatía, parkinson, o lo que los enfermos denominan “reumatismo” como enfermedad articular degenerativa, entre otras patologías.
El punto está en que, ante la falta de respuesta de los fármacos recetados para aliviar dolor, depresión y falta de sueño o apetito, el paciente pregunta:
¿Cómo ve, Dr, sigo usando la marihuana?
El médico no hace otra cosa que aprobar su uso en silencio, conociendo de antemano que todas las drogas y fármacos poseen efectos nocivos y benéficos por naturaleza.