EL INEGI mostró los últimos datos respecto a la mortalidad de los mexicanos; y en una entrevista me cuestionaron de bote pronto el por qué la cardiopatía isquémica o problemas cardiovasculares tipo infarto, estaban en primer lugar como causa de muerte de los mexicanos.
Pensé en echarle la culpa al cambio climático pero no funcionó.
La verdad es que los infartos tienen ya un buen tiempo ocupando los primeros lugares de mortalidad en el mundo; prácticamente desde los años 80’s se mantienen en su sitio; lo que pasa que, de vez en cuando, aparecen enfermedades infecciosas como el SIDA, influenza y, recientemente, COVID 19, que desplazan temporalmente a los infartos; pero una vez controladas las infecciones con fármacos o vacunas, éstas desaparecen del top ten de mortalidad en la población; y cuando esto sucede, y las aguas revueltas se calman, los infartos vuelven a ocupar su primerísimo lugar, perseguidos codo a codo por la Diabetes y un poco más atrás, el cáncer.
Es que estas tres enfermedades infartos, diabetes y cáncer son entidades NO infecciosas; y en particular los infartos tienen que ver con una forma de vida, casi un “culto de vida” que se desarrolló desde los años 70’s: ¡El confort ante todo!
Es como si de repente a estas generaciones les iluminó algo eternamente conocido:
No somos inmortales; y por tanto, habrá que disfrutar la vida al máximo con el mínimo esfuerzo; evitar la fatiga, dormir lo más posible, viajar continuamente, comer y comer, fumar, con el argumento “de algo me he de morir”; beber hasta embriagarse para amanecer, y repetir el ciclo.
Un grupo generacional ochentero que hizo todo para infartarse; de ahí que el promedio de edad para infarto y muerte sea de los 65 años.
La mayoría de ellos con colesterol alto, hipertensos, obesos y fumadores o diabéticos.
Sin embargo, parece que esta “Cultura del infarto” con la llegada del nuevo siglo está tomando un nuevo rumbo; un camino hacia la ligereza, como lo nombró G. Lipovestky; la idea principal es la misma: Placer sin dolor.
Pero ese placer se encuentra en la belleza estética y corporal; comer poco y sano, rutinas interminables de ejercicio; y todo porque estar obeso ya no da risa ni está de moda.