En la Grecia antigua, Morfeo hijo del dios del sueño, era el encargado de inducir el sueño, capaz de aparecer en ellos tomando cualquier forma y era capaz de cambiar el destino de los mortales a través de los sueños.
Morfeo fue castigado por Zeus por revelar los secretos de los sueños. Históricamente, en las distintas civilizaciones, Dios se comunica con los hombres por medio de los sueños.
La mujer surge del sueño del hombre: “Dios hizo caer en un profundo sueño al hombre. Y le quitó una costilla ………..…y con ella creó a la mujer” (Génesis 2,21).
Fue hasta que S. Freud, a principios del siglo XX, postuló la teoría psicoanalítica, se afirmó que, durante el sueño, los pensamientos se tornan primitivos; los sueños representan deseos latentes y reprimidos.
Estableció el terreno de lo inconsciente; lugar donde no hay reglas ni limitaciones; es ahí donde el individuo da rienda suelta a sus fantasías.
De esta manera, Freud planteó que el estudio de los sueños podría ayudar a resolver problemas psicológicos.
Esta teoría recibió grandes críticas; sin embargo, a pesar de su empirismo, resultó de gran impacto hasta nuestros días.
Los neurofisiólogos dudan del poder analítico y resolutivo de los sueños.
Para ellos los sueños tienen la función de consolidar lo aprendido durante la vigilia. Es decir, el dormir y soñar tiene que ver con el aprendizaje y el conocimiento de cada individuo.
Todavía queda mucho por conocer respecto a la función de los sueños.
Hasta hoy no es posible conocer lo que sueñan las neuronas de los pacientes; sólo es posible confiar en la memoria de los durmientes, cuando ellos reconstruyen y narran lo que soñaron; es un hecho que cada persona sueña algo relacionado con sus vivencias y su entorno; pero ¿cuál es el significado de los sueños? Es algo hasta hoy muy controvertido.
Nietzsche se refería a los sueños así: Existen dos estados en que el ser humano alcanza la delicia de la existencia, la embriaguez y el sueño.
