Durante un tiempo de ocio, comencé a husmear por NETFLIX Y ENCONTRE UNA SERIE QUE SE LLAMA EL TURISTA, con la persecución al protagonista en un auto, el cual termina volcándose en carretera; después de unos días en hospital, el personaje recupera la conciencia, despierta pero sin memoria, no recuerda nada, ni siquiera su nombre.
Esto me trajo a mi memoria el caso de un paciente que atendimos en Terapia Intensiva en la cama 4.
Este paciente masculino, adulto, había sufrido también un accidente automovilístico, con trauma de cráneo severo; lo sometimos a sedación y relajación durante una semana, como parte de su tratamiento para deshinchar y desinflamar su cerebro; finalmente lo extubamos y el paciente despertó “normalmente”, sin embargo, los problemas comenzaron cuando su esposa entra al cubículo a visitarlo y el paciente no la reconoce; ya se imaginarán la furia de la esposa.
La esposa lo regañaba sin compasión, lo insultaba y le decía a grito en pecho “¡no te hagas pendejo!”; toda la terapia intensiva sabía lo que estaba pasando en la cama 4; pero nadie tenía el valor de intervenir a favor del enfermo.
Con el paso del tiempo, los hijos le iban recordando al paciente lo sucedido, y el paciente comenzó poco a poco a recordar y asociar recuerdos; pero al paso de las horas los volvía a olvidar; ya no supimos qué pasó después con el paciente, porque los enfermos los damos de alta a piso y ahí continúan su manejo para después egresarlos a casa.
Es común considerar la capacidad de memorizar todo como un talento; pero la capacidad de olvidar todo se toma como una desgracia; ambas son una tragedia: memorizar todo y olvidar todo no es algo funcional para una persona.
El cerebro normalmente tiene una capacidad natural para olvidar lo que no le es útil; pensamientos y recuerdos “basura” los desecha y ya nunca más los recordará; gracias a esta capacidad de olvido es que también conserva la capacidad de memorizar lo que le interesa, a base de repetición y consolidación.