“Durante unos momentos antes del ataque, experimento una sensación tal de felicidad imposible de imaginar en un estado normal y de la que otra gente no tiene idea.
Me siento en total armonía conmigo y el mundo externo, y esta sensación es tan fuerte y deliciosa que, por unos segundos de tal bendición, daría gustoso diez años de mi vida, si no la vida entera”.
Así cuenta el príncipe Myshkin lo que siente cuando tiene un episodio de epilepsia, hoy llamado convulsión extática. Myshkin es el personaje principal de la novela El Idiota, de Fedor Dostoievski; este gran escritor narraba lo sucedido con mucha facilidad, ya que él mismo padecía este tipo de epilepsia.
El autor sabía que una crisis epiléptica representaba para él una fuente de dicha y placer; aunque hay que decirlo, no todas las epilepsias son agradables.
Dostoievski incorpora sus experiencias a sus personajes novelescos; lo hace en 1861 con su novela Humillados y ofendidos, también en Los demonios aparece un personaje con ataques epilépticos.
En los hermanos Karamazov uno de los personajes es epiléptico y finge una crisis como coartada para ocultar el parricidio que ha cometido.
En aquellos años se conocía muy poco acerca del origen de la epilepsia, y los tratamientos médicos prácticamente no existían.
Sin embargo, las descripciones clínicas hechas por Dostoievski son una joya para la medicina; nadie como él para describir lo que sienten los pacientes con este tipo de ataques epilépticos; el estrés y las deudas de juego desencadenaban los ataques en el escritor; en otros pacientes son las luces o los sonidos y olores los que provocan las crisis.
El escritor ruso logró llegar a través de sus personajes literarios a lo más hondo del ser humano; en ese estado tan particular que nos acompaña día con día: La enfermedad.