Después de una terrible segunda temporada, la serie española de Netflix Élite volvió con una tercera entrega más dinámica y que al igual que la temporada inaugural, explora dinámicas fuera de lo esperado en una serie diseñada para adolescentes y jóvenes. Aquella primera vez que nos enfrentamos a los personajes del colegio Las Encinas, nos sorprendieron abordando temas como Indetectable = Intransmisible (personas que viven con VIH y que no pueden transmitir el virus por sus bajos niveles de carga viral) y ahora decidieron que algunos de sus personajes centrales se embarcarían en una relación poliamorosa (mantener relaciones amorosas y sexuales con más de una persona).
Sin intentar contar mucho sobre la trama (si usted no ha visto la nueva entrega de Élite y no quiere perder la sorpresa, regrese a esta columna cuando lo haya hecho), el personaje de Polo es uno de los integrantes de este trío poliamoroso. Sus madres son una pareja lésbica que a pesar de la discriminación que sufrieron en su juventud, no pueden entender que su hijo este involucrado en una relación de esta naturaleza y ahí Élite da en el clavo. Los integrantes de la comunidad LGBT+ por mucho que abrimos nuestra mente en comparación con la población heterosexual, nos estamos adaptando a estas dinámicas de interacción. Ser gay o lesbiana no significa que en automático entiendas y proceses una relación entre más de dos personas.
Los ocho episodios de Élite no permiten que el tema se desarrolle a detalle, sin embargo si ilustra la realidad de muchas personas que no encuentran en la monogamia y en la construcción clásica de pareja una opción para relacionarse. Que las conversaciones sobre estos temas se den entre los espectadores y sus conocidos es lo que hace a Élite un producto destacado, eso cuando se arriesga un poco más y no solo aspira a cumplir con su público base, como paso en su segunda entrega.