En 1976, un joven cantante de nombre José María Napoleón Ruiz Narváez se lanzó al estrellato con su canción “Vive”, ganadora del festival OTI, un casi himno balada que por generaciones ha llevado el mensaje de lo fugaz que es la vida y de cómo los seres humanos deberíamos disfrutarla con felicidad e intensidad, sin importar las circunstancias.
Para los que no recuerden o no conocen la letra, comparto un par de estrofas emblemáticas.
“Nada te llevarás cuando te marches, cuando se acerque el día de tu final, vive feliz ahora mientras puedes, tal vez mañana no tengas tiempo para sentirte despertar”.
“Abre tus brazos fuertes a la vida, no dejes nada a la deriva, del cielo nada te caerá, trata de ser feliz con lo que tienes, vive la vida intensamente, luchando lo conseguirás”.
Me vinieron a la mente estas estrofas durante el fin de semana en que muchos mensajes se alinearon para hacerme reflexionar sobre lo que es vivir en paz y fluyendo.
“El Padre te quiere llevar como piedra en río, déjate llevar en sus aguas”, me hablaron, “Él es el Príncipe de paz, tiene paz para dar de sobra, llénate de su paz”.
Esta palabra me llegó la misma semana en que una persona muy querida me expresaba que “quería desaparecer, irse al cerro y esconderse de todos”, como resultado de un proceso de crisis que lleva varios meses y en el que de pronto vienen días en los que quisiera botar la toalla.
“Se vale sentirse así, reconocerlo y expresarlo”, le dije, como lo hice en la semana con un paciente que también tuvo una sesión de catarsis, producto de meses de estar cargando un sobrepeso en diversas áreas de su vida.
“Fluye, llénate de su paz”, resonaron nuevamente en mí esas palabras que respondían preguntas que en mis momentos de meditación recientes había estado planteándole a mi voz interior, también tras casi tres años del más reciente proceso que me ha traído a mi momento de vida actual.
“¿Estaré haciendo lo suficiente? ¿Hay algo más que esté en mí el activar? ¿Por qué sigo esperando resultados?”, estuve preguntando en la semana, pidiendo revelación.
“Fluye, llénate de su paz”, fue la respuesta.
Recordé el tercer paso de los alcohólicos anónimos que dice: “decidimos poner nuestras vidas y nuestras voluntades al cuidado de Dios, como cada quien lo concibe”.
Hacer lo que me corresponde, soltar, desapegarme de los resultados, fluir y confiar en el proceso y en que la voluntad de Dios es mejor que la mía, es el resumen de este paso tres de los AA que aplica a todas las personas en general.
Se vale querer tirar la toalla, se vale doblegarse y cansarse, reconocerse sin esperanza incluso, siempre y cuando después de hacer catarsis sigamos haciendo lo que nos corresponde, confiando en los procesos y en que todo estará bien.
Vivir feliz ahora mientras podamos, con intensidad, valorando lo que tenemos y sabiendo que nada nos llevaremos cuando nos marchemos, como dice la canción del gran “Napo”.
“¿Quién de ustedes, por mucho que se preocupe, puede añadir una hora al curso de su vida?”, dice la Biblia en Mateo 6:27.
Como decía un padrino de esos sabios y generosos en AA, Rafa, en paz descanse: “todo pasa y no pasa nada y esto, también pasará”