Cualquier proceso humano pasa por episodios de discordia, discrepancias e incluso confrontación, que exigen un esfuerzo y buena voluntad de las partes involucradas para poder transitar hacia la reconciliación.
En el modelo sistémico familiar de las adicciones, la liberación de culpas, el perdón y la reparación de daños son acciones necesarias para poder superar el resentimiento y llegar a reconciliar a los integrantes en conflicto a causa de la enfermedad.
Estos pasos muchas veces deben darse en la presencia de un interventor, un mediador o un facilitador que pueda hacer que las partes se acerquen al punto deseado.
En muchas ocasiones el perdón y la reparación de daños no son inmediatos, pero con un proceso bien guiado se logra despresurizar la tensión entre los miembros de la familia, preparándolos para recorrer un camino menos pesado en el que eventualmente puede darse la paz entre los involucrados.
Son procesos humanos complejos que ponen al descubierto las fortalezas y las debilidades de cada quien, así como la disponibilidad de al menos, vivir el proceso en el que no vale pensar en quien inició, sino en quien finalizará la guerra.
En alguna ocasión como terapeuta en una prestigiada clínica de rehabilitación, me tocó participar en las sesiones familiares entre un paciente adicto y su madre, logrando un avance enorme aún sin llegar al objetivo ideal.
“Puedo olvidarme de mis resentimientos, pero no puedo perdonar a mi madre, al menos no en este momento”, comentó él con toda honestidad.
Al menos fue el inicio de un proceso que eventualmente llegaría a puerto feliz.
Valgan estas analogías sobre mi quehacer como terapeuta en adicciones, para dibujar en el imaginario, lo que deberíamos ahora vivir como país tras las elecciones del 2 de junio, aún recientes.
Hacemos votos para que la conductora de este proceso de reconciliación nacional, la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum, logre llevarnos a esa instancia con la mejor intención de cada uno de los mexicanos que anhelamos recuperar la armonía y restaurar la concordia en nuestro país.
Seguro hay agravios, encono y en principio a unos les cuesta más que a otros aceptar la realidad y tener el interés de bajar la guardia para construir entre todos un México reconciliado.
Si es una pareja y en una familia no es cosa fácil, a nivel país es una tarea titánica que requiere de la buena voluntad de cada uno de nosotros.
Nuestros mejores deseos de que así sea, por el bien mayor de los mexicanos y nuestras generaciones posteriores.
Confiamos en que la primera presidenta de México lo logre con voluntad, inclusión y respeto a la pluralidad. ¡Que así sea, por un México en evolución!