Más allá de las más de 50 millones de reproducciones en los primeros días de su lanzamiento, la Session #53 de Shakira y Bizarrap en franca alusión a Gerard Piqué y a Clara Chia, nos parece un tremendo ejemplar musical de codependencia y la ruptura tóxica llena de resentimientos tras la disolución de una relación de pareja.
El tema, más allá de su gran difusión, denota rencores y daños emocionales, por más que Shakira quiera justificar el mensaje diciendo que “abrazo a las millones de mujeres que se sublevan ante quienes nos hacen sentir insignificantes. Mujeres que defienden lo que sienten y piensan… ellas son mi inspiración. Y este logro no es mío, sino de todas”.
De igual forma tóxica que Piqué se enganchó y reaccionó tratando de sacar ventaja comercial, mofándose de la letra de la canción y queriendo ridiculizarla incluyendo la participación de las marcas comerciales a las que su ex esposa cita en el sencillo que batió récords en sus primeras horas de lanzamiento.
Al margen de que ambos son figuras públicas y viven en gran parte de su imagen y reputación, además de las estrategias de sus mercadólogos, ¿serán conscientes del impacto que este episodio público estará causando en sus hijos de apenas casi 10 y 8 años?
Y cómo sociedad, ¿acaso no será mejor, en lugar de ponerse de lado de uno u otro, reflexionar en el impacto que los divorcios y los pleitos suelen causar a los hijos que se convierten en las víctimas de las malas conductas de sus padres?
Cómo especialista en adicciones, codependencia, relaciones tóxicas y otros temas afines, he sido testigo una y otra vez de las consecuencias de los pleitos y las agresiones que llegan directa o indirectamente a hijos menores de edad sin herramientas emocionales para protegerse.
¿De qué nos sirve leer en redes, gráficos que dicen que si no te gustó la canción de Shakira es porque eres un hombre infiel o eres la amante? Además de proyectar a quienes lo publican y de exhibir sus resentimientos, ¿qué aporta en una sociedad polarizada y violenta?
De igual forma, en nada abonan las discusiones que buscan culpar al infiel, a la amante o la contraparte que con su monotonía posiblemente haya sido también responsable de la separación de su pareja.
Solo las parejas saben lo qué pasó al interior de una relación fallida y por lo general siempre hay tres versiones, (la de una parte, la de la otra y la real), que muchas veces no coinciden por el afán de querer victimizarse uno u otro, así como de encontrar culpables porque es más fácil que asumir la responsabilidad que a cada uno le corresponde.
Es mucho más fácil agredir, espiar para responsabilizar al otro, victimizarse o decirse rotos por causa de la pareja, en lugar de barrer la parte de la banqueta que les corresponde y soltar amorosamente sin resentimientos un vínculo que ya no existe y que seguramente dejó muchas cosas positivas.
Además de llevarse de encuentro a los hijos y a quienes conforman los círculos cercanos que suelen hacer alianza de un lado u otro, lo más grave es que aún separados y “empoderados”, siguen cargando al otro y lo siguen llevando en la mente y en los sentimientos sin decidirse en sanar, en superar los resentimientos y en dejar ir con respeto, amor incondicional y libertad.
Aprendamos de este lamentable espectáculo público tras el divorcio de dos famosos y en lugar de ser fan o hater de uno u otro, hagamos consciencia de que esto que más de 50 millones de personas escuchamos en un par de días, es un reflejo de lo qué pasa cotidianamente en las familias que atraviesan un divorcio, con todo y sus consecuencias, que no es cuestión de popularidad, machismo o feminismo extremo y que tanto daño puede llegar a causar a los integrantes del sistema familiar.
Así como hay pláticas pre matrimoniales, debería haber guía y dirección para que los divorcios sean justos, humanos, en respeto, tolerancia, libertad, desapego, gratitud y amor incondicional para soltar al otro.
Omar Cervantes
