La víspera de la Navidad nos toma a todos en medio de noticias negativas o escandalosas, comenzando por aquellas que alarman a la población por la llegada de una presunta cuarta ola de contagios de covid-19 y terminando con proyecciones de desastres económicos por la inflación que viviría nuestro país en el 2022.
Sin entrar en negación o minimización de los temas que pudieran ser reales en materia de salud y de economía, asumiendo que por supuesto se viven tiempos complejos, lo que creemos es que en nada abona a nuestras vidas la exageración o el amarillismo que abunda en medios de comunicación, redes sociales y en pláticas de sobremesa.
Siempre hemos pensado que los golpes de realidad son buenos y nos ubican y nos brindan una dosis extraordinaria de aceptación y desapego sobre lo que es, aunque consideramos que tan negativos son los excesos de drama, como los optimismos exagerados. Como lo hemos expresado en innumerables ocasiones, la vida no es buena, ni es mala, simplemente es y depende de la actitud que tomemos hacia lo que sucede, lo que determina en gran medida nuestra forma de enfrentarla.
“Dios, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y, sabiduría para distinguir la diferencia, hágase tu voluntad y no la mía”, es una oración común en los grupos anónimos de adicciones y que nos brinda una maravillosa declaración de aceptación y fe en el contexto de lo que estamos hoy tratando de comunicar. Se trata de aceptar que las cosas son como son y dependen de nosotros la forma de vivirlas y de enfrentarlas. Hay quien elige ser el protagonista de una vida feliz a pesar de todo y hay quien prefiere vivir eternamente como víctima de las circunstancias.
Por ello siempre sugerimos que, sin evadir la realidad, hagamos un ejercicio permanente de gratitud ante todo lo que nos rodea y, nos enfoquemos en lo positivo que tenemos y no en lo negativo que pudiera estarnos ensombreciendo. Tener información sobre los escenarios que pudiéramos vivir en materias relacionadas a nuestra salud o a nuestras finanzas familiares por supuesto son útiles para poder ir tomando decisiones responsables y conscientes, pero jamás para vivir en un dramatismo, miedo o pesimismo desmesurado, buscando culpables de la situación del mundo.
Hagamos una tregua en esta temporada de fiestas y reflexión, atreviéndonos a soñar en un mundo mejor y a poner nuestra atención en la fe y la esperanza de que, como decía John Lennon, “la guerra terminó, si tú lo deseas” (y nos referimos a cualquier tipo de batalla que estés librando actualmente).
Sabemos que se viven momentos difíciles, estamos conscientes de los disparadores emocionales que nos pueden alterar diariamente en un mundo inundado de información que fluye de manera vertiginosa y, suscribimos los dichos de que la humanidad ha vivido dos años de grandes movimientos inesperados. Aún así nos aferramos a pensar que todo es perfecto, que todo pasa y no pasa nada, por lo que les deseamos a nuestros lectores que en esta Navidad, la luz del Salvador invada sus hogares y tengan un gran tiempo de paz, armonía, serenidad y esperanza.
Omar Cervantes