En la condición humana hay dos constantes que acompañan el caminar de los hombres y que, de alguna forma, inciden en la manera de cómo serán sus vidas: fantasías y sentido.
Podríamos pensar que no existen similitudes entre fantasías y propósito o sentido de vida, aunque quizás en el nivel inconsciente las personas podemos confundir unas de otras y tomar decisiones cotidianas conforme a la intuición que cada una nos genera.
En su definición más simple una fantasía es la posibilidad humana para representar mentalmente sucesos, historias o imágenes de cosas que no existen en la realidad o que son o fueron reales pero no están presentes. Hablamos del mundo “irreal”.
El sentido de vida, como lo define el padre de la logoterapia, Victor Frankl, es aquello en lo que “el hombre es atraído hacia los valores, no deseando solamente vivir; por ser un ente finito, sino emergiendo en él la voluntad de encontrar un sentido en el mundo”. Hablamos de la realidad que le da un propósito a la existencia.
En estricta interpretación de ambas definiciones básicas, tendríamos que estar pensando que la búsqueda del sentido de vida debería ser lo que nos mueve a los seres humanos.
Mi experiencia personal, clínica y terapéutica, no obstante, me indica que allí en el ego de cada persona, donde radican las fantasías que subliman los deseos más humanos, cualquiera que estos sean, se toman gran parte de las decisiones que día a día van marcando el rumbo de cada quien.
En sus múltiples formas de placer, así sean efímeras, las fantasías van llenando los actos de los seres humanos, que muchas veces solo viven, atrapados en ellas, sin encontrar el auténtico sentido de vida.
Quizás por eso se recurre al alcohol excesivo, a las drogas, a los videojuegos, a las apuestas, a las conductas compulsivas y a tantas otras actividades que, sin saberlo, pueden generar dependencias, arruinar la vida de la persona y, apartarles de su propósito vital.
Por ello suelo decir en mis conferencias en materia de adicciones que lo que un día fue placer terminó convirtiéndose en sufrimiento.
Mejor busquemos el sentido de vida, sin importar cómo la misma nos trate.