La semana pasada durante una entrevista sobre adicciones surgió una interesante pregunta que nos hizo aclarar que la enfermedad es incurable, aunque existen tratamientos para aprender a vivir con ella.
Haciendo el símil con algunas otras enfermedades crónicas como la diabetes o la fibromialgia, por mencionar dos de diferente naturaleza, al igual que las adicciones, acompañarán a quien las padece hasta el último día de su vida, aunque existen formas de poder vivir con ellas teniéndolas controladas, a pesar de que no remiten de manera absoluta.
“Que importante es aclarar que son incurables y decirle a la gente que deberán tener mucho cuidado con la publicidad de algunos métodos que ofrecen la cura para las adicciones”, me comentó la entrevistadora.
Lo que en realidad puede suceder es ayudar a la persona a alcanzar la abstinencia y a poder mantenerse en ella, sabiendo de antemano que, si se vuelve a consumir, la enfermedad se reactivará, muchas veces con mayor intensidad que cuando se suspendió.
Es bien importante tener mucha claridad en estos conceptos porque, en efecto, existe publicidad engañosa, sobre todo en las redes sociales, de charlatanes y estafadores que ofrecen remedios milagrosos para curar las adicciones, lo cual al día de hoy es imposible.
Las adicciones son incurables, pero tratables, esa es la realidad.
Es tan lamentable la confusión de términos, sobre todo para aquellos adictos que no quieren dejar de consumir, con lo que agravan su enfermedad en todos los aspectos.
Incluso, lo digo con todo respeto para las religiones, se requiere mucho cuidado para abordar la enfermedad cuando se habla de Dios porque puede confundirse al paciente que sabe que la adicción es incurable pero que en su mente espera que alguien le diga que ya puede seguir consumiendo.
En alguna ocasión tuve un paciente que llevaba más o menos ocho meses de abstinencia, con muchas resistencias y dudas sobre dejar de hacerlo para siempre.
Lo primero que detecté fue su búsqueda de hacer las cosas a su manera cuando comenzó a cuestionar su asistencia a los grupos de 12 pasos y a criticar a todos sus compañeros.
Dejó de ir a su grupo, comenzó a faltar a sus terapias individuales e iniciaba a acariciar la posibilidad de volver a consumir algún día.
Un día llegó a la consulta y me comentó que el pastor de su iglesia le dijo que Dios lo sanaría, con lo cual yo le prendí los focos rojos.
Le expliqué que, efectivamente, desde la fe en Dios puede existir la sanidad del alma y el espíritu, lo cual fisiológicamente y mentalmente no le capacitaría para poder consumir nuevamente sin consecuencias.
En realidad, la fe que obra es la que lleva a la persona a mantener una abstinencia permanente, lo cual no quiere decir que se le haya curado de la enfermedad y, si se vuelve a consumir, la locura de la adicción se reactivará.
Lo que Dios puede proveerle al creyente es el dominio propio y el autocontrol para tener una vida diferente en la que renuncie al consumo adictivo, pero bajo ninguna circunstancia quiere decir que le está dando posibilidades de volver a hacer lo mismo que hacía, sin consecuencias.
En la historia de ese paciente, lamentablemente volvió a consumir al menos en tres ocasiones, fue hospitalizado, se le advirtió que estaba poniendo incluso en riesgo su salud cardiaca y física.
En alguna ocasión mientras lo llevábamos en ambulancia con una sobredosis, comenzó a recitar el Salmo 91 y me deba a entender que yo tenía razón en lo que le había dicho.
Finalmente, la última vez que decidió irse a consumir, sufrió un ataque cardíaco que le costó la vida.
Las adicciones son incurables, lo único que se puede lograr es una abstinencia que acompañe a quienes la padecen, durante toda su vida, mientras elijan mantenerse sin consumo. Volver a consumir no solo los hará recaer, sino que puede ser causa directa o indirecta de muerte.