Apenas pasamos el Día Mundial sin Alcohol y reflexionábamos sobre la enfermedad y los factores de riesgo ante las próximas semanas por el fin de año, cuando nos recordaron sobre un tema fundamental ante la próxima temporada: las compras compulsivas.
Recién ha terminado el Buen Fin, aunque algunos negocios extienden la campaña todo el mes, y la próxima semana se celebra el Día de Gracias norteamericano y el Black Friday, en el que con todo y pandemia muchos mexicanos viajan a los Estados Unidos en busca de las “mejores ofertas” del año; además, tiendas en nuestro país ya están tapizadas con la época navideña, algunas desde hace varias semanas, por lo que nos enfrentamos a una de las estaciones donde la gente compra más que nunca.
Sin estar en contra de la búsqueda de ofertas, de las temporadas festivas y de la cultura del detalle en el dar y recibir, suscribimos las recomendaciones de quienes cuidan los derechos de los consumidores, cuando nos exhortan a que hagamos compras racionales. Esto es preguntarse, primero, si lo que se desea adquirir es necesario, si el precio en realidad es una buena oportunidad y, por último, si se tienen los recursos para cargarlo sin endeudarse indebidamente, además de leer muy bien la letra chiquita de cada producto y servicio.
Además, la digitalización del comercio y la multiplicación de plataformas para compras a domicilio desde cualquier lugar del mundo abonan a la tentación de adquirir productos o servicios con solo un clic.
Y si esto puede seducir a cualquier consumidor - y de por sí deberíamos tomar precauciones para el cuidado de nuestras finanzas-, es doblemente importante estar atentos a las personas que han desarrollado la conducta patológica que caracteriza a los compradores compulsivos.
En alguna ocasión conocí una señora de 70 años y me platicaba que tenía hasta tres cuartos de su casa llenos de ropa aún con las etiquetas, porque su conducta compulsiva era ir a comprar y al salir de la tienda perdía la alegría por lo comprado, y podía pasar meses o hasta años sin ser estrenado. He conocido personas que tienen en sus casas bolsas de paquetería que nunca han sido abiertas y están en el abandono.
Estas conductas, que a veces pasan inadvertidas, pueden tener consecuencias tan nocivas o más que cualquier adicción, por lo que si conoce alguna persona que pueda estarla padeciendo, quizás sea momento de acudir con un especialista.