Entramos a la última semana de abril de 2021 y el viernes próximo celebraremos el Día del niño, por lo que además de las reflexiones propias de lo que pasa con los niños, niñas y adolescentes en nuestro país, ayer en nuestra transmisión en vivo por las redes sociales @laalegriadevivirenplenitud nos sugirieron abrazar a nuestro niño interior, lo que nos llevó a escribir sobre este gran tema para esta semana.
“Creo que desde que era niña no esperaba con tanto anhelo el 30 de abril”, me comentó alguien que seguramente tiene toda la intención de celebrar en grande a la infanta, al infante que todos llevamos dentro y de quien muchas veces nos olvidamos o dejamos muy oculto debajo de las máscaras de adulto que vamos acumulando a lo largo de la vida.
¿Y por qué la metáfora del niño o de la niña, más allá de trabajar en las heridas adquiridas en la infancia y que muchas veces se manifiestan inconscientemente en nuestra vida de adultos? En mi caso particular me gusta mucho mencionar esa etapa de la vida como aquella en la que, desde la inocencia, el atrevimiento y la felicidad con la que llegamos al mundo, se mueven las acciones sin miedos, sin prejuicios, sin paradigmas anquilosados o estereotipados, sin juicios y sin tantos frenos que vamos adquiriendo las personas con el paso de los años.
Usando mi propia imagen de la niñez, sólo de manera anecdótica y testimonial, recuerdo aquella casa de jardines amplios con espacios enormes para correr y unas bardas que arquitectónicamente no tengo la menor idea de para que existían, pero que para mí eran una verdadera emoción trepar en ellas a través de ir subiendo sus tabiques, igual que pasármela arriba de los árboles, lo que me hacía feliz y en lo cual jamás dimensioné riesgo alguno hasta que algún adulto desde sus miedos o desde sus conceptos del orden o la obediencia comenzaba a frenarme con la consabida frase, “bájate de ahí te vas a caer”.
Así algo naturalmente emocionante y seguro, símbolo de libertad, de juego y de alegría, se fue tornando en algo prohibido con una connotación de riesgo o de desobediencia, modificando la aventura disruptiva llena de vitalidad y sentido de felicidad, en una de tantas actividades canceladas que se van sumando a lo largo de los años.
Después llegan los castigos desde el regaño. Si te subes te voy a castigar. Si no te comes todo no puedes pararte de la mesa. Si no haces esto no puedes hacer aquello. Convirtiendo una vida libre y feliz como es la esencia de los seres humanos, en una serie de exigencias, reglas, mandatos y condicionantes muchas veces sin sentido alguno, porque a alguien se le ocurrió que sería bueno.
Claro, también vienen las recompensas. Si te portas bien te doy un premio, como si la vida misma en su espontaneidad no fuera ya el premio mayor. De tal suerte que se van configurando esquemas que cortan la vitalidad de los niños y que con el paso del tiempo se van apareciendo en forma de prejuicios, dogmas, modelos, paradigmas y una dotación completa de candados, hasta el extremo de llegar a ser esclavizantes y alienantes.
En el transcurso de esos caminos llegan las heridas de la niñez que después son las máscaras de los adultos y que se presentan en forma de abandono, rechazo, traición, injusticia y humillación.
Por eso me parece genial la propuesta de abrazar toda la semana a nuestro niño interior y darle todo lo que un día tuvo, liberándonos de las ataduras que nos van haciendo esclavos de nuestras propias cadenas.
¿Cuándo fue la última vez que brincaste, subiste o bajaste como niño? ¿Te atreves a bailar como un niño, sin pena de qué van a decir? ¿Eres capaz de cantar con toda la ilusión y sentimiento de un niño? Visualízate entre los cero y los siete años y recuerda qué te gustaba hacer, qué te daba ilusión, cuáles eran tus juegos preferidos, qué premios preferías, cuáles eran tus travesuras inocentes que te arrancaban carcajadas y en qué consistían tus sueños más anhelados.
¿Los tienes claros o te cuesta trabajo porque no nos dimos cuenta de cómo se fueron interponiendo tantos obstáculos en nuestra maravillosa alma de niños? Si ya los tienes claros, abraza a tu niño interior atreviéndote a volver a ser quien en esencia eres, libre, alegre y feliz. Se disruptivo, rompe paradigmas, ríete a carcajadas y disfruta como niño al máximo esta semana, terminando con una gran celebración el viernes próximo.
Son mis mejores deseos, nos leemos la próxima semana.
Omar Cervantes Rodriguez