“Vamos a tratar todos los asuntos que tienen que ver con la buena marcha de la cosa pública de la República”: así enunció el Presidente la misión de sus conferencias de prensa cotidianas en la primera de ellas, el 3 de diciembre de 2018. Poco más de un año después, el pasado viernes 17 de enero, acontecen muchas cosas que inciden sobre el devenir del país. Una es, sin duda, el aval del Congreso estadunidense a un T-MEC indispensable pero insuficiente y López Obrador —quien, pese a las limitaciones del resultado, puede colgarse la medalla— se ocupa de él. Otra es la grave crisis del sistema de seguridad social a raíz de la desaparición del Seguro Popular y la creación de un Insabi cuya falta de reglas de operación priva ya de atención urgente a millones de mexicanos. No hay manera de construir ese relato como uno triunfal; así, en la conferencia de marras, el Presidente no lo aborda; prefiere ocuparse del destino del avión presidencial, asunto que no está en el radar de la ciudadanía como no lo ha estado nunca.
Muchas prácticas del régimen anterior han concitado la indignación de la sociedad: que el Ejecutivo federal —como el de tantos otros países— dispusiera de un avión para el traslado del presidente no había sido, sin embargo, una de ellas. No hubo escándalos de corrupción en su adquisición, en nada contribuye su enajenación a la prosperidad o a la justicia en México. La intención de venderlo es, pues, gesto simbólico de un presidente que concibe la austeridad no como política pública sino como retórica propagandística.
Ante el fracaso de la medida —nadie quiere comprarlo— lo sensato habría sido restituirlo a su vieja función o destinarlo a nuevas, procurar que el despropósito quedara en el olvido. El Presidente, sin embargo, le ha encontrado una nueva utilidad: al hacerlo materia de una nueva ocurrencia —rifarlo en “cachitos” de 500 pesos—, los memes y los chistes no se han hecho esperar, útil distracción para que nadie se ocupe ya del urgente problema de seguridad social, relegado a segundo plano por la graciosada.
El Presidente nos da, pues, el avión. Y nosotros, gozosos, planeamos alrededor de la cortina de humo.