El caso de El Salvador con Nayib Bukele es interesante: la población está contenta con el actuar del mandatario. Por primera vez sienten que viven en un país seguro. El centro de la capital ya es caminable y visitable, incluso la han embellecido. Hasta hace poco solo era conocido por exportar Maras Salvatruchas que generaban conflicto y miedo a dónde llegaban, ahora es un país que genera curiosidad ir a visitar.
Bukele, es popular no solo por el marketing sino porque sus ciudadanos perciben mayor bienestar. Si bien no ha sido convencional: mano dura y cero tolerancia a la delincuencia.
Las dos grandes críticas serían, en primer lugar, la violación a los derechos humanos de algunas de las personas que han sido encarceladas y cómo se ha mantenido en su postura de que los delincuentes no son sujetos a beneplácitos del gobierno ni a vivir de los impuestos de la gente de la sociedad a la que ya dañaron. En este punto estoy de acuerdo totalmente siempre y cuando el sistema de justicia funcione y se asegure de que en verdad son delincuentes los que están en las cárceles.
Por otro lado, y lo más reciente es cómo ha logrado cambiar las leyes para poder ser reelecto y perpetuarse en el poder. La pregunta sería: ¿Y si lo está haciendo bien: por qué no?
La experiencia dice que el poder tarde o temprano corrompe, que no haya alternancia es un verdadero problema,
No estoy diciendo que eso vaya a pasarle a Bukele que hasta ahorita va muy bien; sin embargo, no está exento que se empiece a convertir en uno de esos personajes que tanto daño han hecho a sus países por creerse redentores eternos como el caso de Nicaragua y Venezuela.
Por el momento, eso no ha pasado y esperemos Bukele siga haciendo un buen trabajo, con los pies en la tierra para poder seguir haciéndole bien a su país, que tanta falta le hacía, pero también abierto al retiro cuando esté sea prudente, pertinente y necesario.