Es verdad que hay personas que sienten que se salen con la suya, que cometen ilegalidades y de cualquier modo consiguen lo que querían. Pero a veces las cosas son tan evidentes que, aunque la justicia no llegue a buen puerto, las personas no olvidamos.
Tal es el caso del personaje y su equipo que solaparon que, en vez de medicamento, inyectaran agua a niños con cáncer, traicionando la confianza de los ciudadanos que creyeron en él y cuya esposa escribía en sus libretas que “merecía abundancia”, pero de esa abundancia que no requiere trabajo arduo ni inteligencia, sino aquella que se da fácil, la abundancia que al final termina condenando a las almas que se benefician de ella a costa del perjuicio a los demás.
Está también el caso de la familia de señores, con puestos políticos, que vendieron la certeza jurídica que nos daba tener funcionarios de carrera judicial en nuestro país, evitando politizar y debilitar al Poder Judicial. Los vendepatrias que comparten el mismo apellido y que hoy en día pasean por Europa representando al veneno de la impunidad en México.
Todo esto para terminar con el caso más reciente de impunidad, un nombramiento para representar a México en un organismo internacional de la salud, en este punto seguramente ya saben a quién me refiero, el doctor que fue responsable de manejar la pandemia del covid-19 en México, cuya gestión nos costó muchas vidas que se pudieron haber salvado. El doctor que prefirió lealtad política que lealtad humana. El que minimizó la gravedad del asunto, solo para quedar bien con su jefe en turno, quien por cierto al principio decía que no usáramos cubrebocas y que el Detente nos iba a proteger.
Me refiero a ese doctor que, si se enfermaba, sí iba a tener acceso a atención médica y sabiendo que el tema nos iba a sobrepasar, no hizo nada por alertarnos, advertirnos, protegernos, lo cual no solo era su deber moral como médico, sino su obligación jurídica como encargado del tema de salud en México.
Pero prefirió callar, cuidar su puesto, sacrificarnos a los demás a cambio de proteger sus intereses personales. Y sí. Está claro hoy eso que le redituó frutos, con una representación internacional. Pero el pueblo bueno, como les gusta llamarnos, no olvidamos su nombre y no olvidamos su negligencia.
Por eso ni hoy ni nunca aplaudiremos ni respaldaremos que se siga ostentando como un héroe, porque en esta historia quedó como villano. Se pueden salir con la suya y engañar a los demás, pero para nosotros, los mexicanos, siempre serán lo que son. Traidores.