A mi regálenme sartenes.
Y especieros. Y esas cosas bonitas para guardar semillas. Porque cada que tengo dinero para frivolidades, me pongo un tatuaje o me compro un vestido.
Y tal vez, si sumas mi cuenta mensual en mi café favorito para trabajar, podría comprarme la vajilla y los sartenes que me faciliten la vida, pero vamos lento. Despacito.
Yo, por ejemplo, no veo absolutamente nada de malo que a las mujeres les guste tener electrodomésticos lindos.
Que si son símbolo de la esclavitud de las mujeres, bueno, yo quiero un sartén rosita y uno de Harry Potter, por favor.
Pero aún así, en economía y en merecimiento voy creciendo a la par y aún no llego al punto en el que pueda comprar algo tan inútil como un sartén nuevo sin buscar el más barato y funcional y a veces, me pasan cosas ridículas como elegir mal y que se queme mientras les hago unos pancakes a mis hijos.
Este domingo, pasó que regresábamos de vacaciones y mis hijos no habían comido pancakes esponjosos porque los del hotel estaban duros y no les gustaron.
Yo soy Doña Pancakes esponjosos y perfectos y, mientras los hacía, todos, todos se me quemaron porque el sartén era feo, delgado y feo.
Entonces me vino el pensamiento random de comprar sartenes edición especial rositas o algo, con tal de sentir que valen la pena comprarlos y ponerlos bajo el árbol de este año.
Y luego la obviedad de no poder esperar a Navidad y elegir mejor aprovechar los mil y un pagos de la temporada.
Así que tendré que hacer una visita en este fin de locos a escoger sartenes decentes.
Casi me dan ganas de casarme no más para que me los regalen porque mi mente solo puede sacar cálculos de cuantas cosas lindas podría pagar con ese dinero, en vez de sartenes, mientras repito mi mantra favorito:
"Todo aquello que invierto en mí, en mi familia y su bienestar regresa a mí multiplicado setenta veces siete".
Así pues, mientras me incomode ilógicamente comprar sartenes, le paso la factura al universo y espero ponerme muchos tatuajes bellos con ese dinero multiplicado y poner juguetes lindos bajo el árbol para mis hijos, mientras les hago pancakes esponjosos que no se quemen.
Me van a seguir faltando cositas, regálenme especieros, toppers grandes y bonitos, los cubiertos siempre se me pierden, porque sartenes ya tengo, y usualmente, o al menos con cada vez mayor frecuencia, las cosas frívolas que deseo me son más fáciles que comprar que los utensilios de cocina.