Sociedad

Parteras del mundo, uníos

  • Criando Consciencia
  • Parteras del mundo, uníos
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Para sacudirme la sensación física de asco, de náusea, de mareo que me provocó leer a este “hombre medicina” que habla del parto de SU mujer, como si, de hecho, fuese suya, tuvo que pasar bastante tiempo. 

Leer como recibió a su hijo como una cosa que nace a reposar bajo su control y bajo su poder, para acariciarle el ego y paliarle un trauma fue shockeante.

NUESTRO parto, dice, mientras ignora sistemáticamente el conocimiento milenario de las mujeres que se han nacido ellas mismas varias veces y han ayudado a nacer a tantas miles de veces a través de generaciones de resistencia femenina. 

Que sintió su espacio invadido, dice, como bestia salvaje.

Y en eso le doy la razón. Los hombres no forman parte protagónica en el parto. Ellos no paren. 

Su obligación es acompañar, no aterrorizar, no acaparar, no vivenciar el proceso sagrado del nacimiento desde el egoísmo y el narcisismo. 

Eyacular no te da derecho sobre el cuerpo de nadie, muchísimo menos sobre siglos de conocimiento femenino sagrado.

Te olí, bestia salvaje, empujando enloquecido aquí afuera de la cueva, pero nosotras ya estábamos en círculo ante el fuego. Esperándote para derribarte, porque eso es lo que las mujeres en manada hacemos. 

Alejamos a las bestias de las mujeres que nacen, de los humanos que respiran por primera vez al mundo, les cuidamos el fuego, ese que tan urgentemente deseas robarles.

Odiadoras de hombres, nos llamas. Feministas extremas, enserio, ¿te atreves? Cuando las parteras y las acompañantas hemos resguardado el sagrado nacimiento desde siempre, defendiendo a los depredadores como tú de las recién paridas y recién nacidos. 

Hay muchas razones por las cuales los hombres no deben decidir sobre el cuerpo de las mujeres y tú las enumeraste todas sin darte cuenta, en tu prisa por posicionarte como el dios padre de los nacimientos, con derecho omnisciente sobre la mujer y su cría.

No, no es tu parto, no es tu derecho a la dignidad humana, no es tu cuerpo ni es tu hijo. 

Es tu semilla y eso no te hace su dueño, de la misma forma que no puedes apropiarte de la cosecha que produce la tierra después que dejas caer una semilla en la tierra.

La tierra-mujer lo hizo todo sola. Tu obligación era protegerla, resguardarla, respetarla y escucharla. 

Proveer refugio digno, alimentación y bienestar. Quitarle la carga de encima a la mujer gestante y acompañar sus decisiones. 

Pero decidiste la soberbia. Decidiste insultar el conocimiento milenario de todas las mujeres. 

Decidiste, directamente poner en riesgo la vida de las mujeres y sus hijos, sin ningún escrúpulo, porque genuinamente crees que reivindicas “el papel del hombre en el parto”.

La espiritualidad no es un estado de consciencia alterado por sustancias, no es imponerse encima del libre albedrío de una mujer desgarrada por el dolor de nacerse a sí misma y a otra cría al mundo, no es descartar el conocimiento milenario de las mujeres, no es sentirse amenazado por el poder femenino, no es control, no es ego, no es violencia.

La espiritualidad no es misoginia, es respeto, es legado, y tú, tú no tienes nada de lo que se necesita para acompañar con respeto a mujeres en sus momentos más sagrados. 

Te falta, para empezar, el linaje, la experiencia física y el amor infinito por la vida y la libertad. 

Ni siquiera estoy hablando de tus antecedentes de violencia ni de la violencia presente en tus acciones actuales. 

Te falta humildad, te falta observar a las bestias mamíferas de tu género. 

Si ellas respetan el espacio sagrado de las hembras parturientas, ¿porque tu no?

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.