Me cago en tus doscientos.
También en tus quinientos.
Me cago en todo aquello que no dignifique la vida de mi hijo.
Si vos vivís con doscientos a la semana, tómalos, y dale a nuestro hijo todo lo demás.
Me cago en ti y en tus excusas. En tu cara de perrito faldero en el juzgado y tu sonrisa de tiburón cuando te dan la razón.
Me repudro en ti desde mi segundo empleo, mientras mi bebé está lo mejor cuidado que puedo pagar, y mis tetas llenas de leche lloran de angustia, pero tus (a veces) dos mil no pagan ni la mitad de la renta donde vivimos con un poco de dignidad, fuera de vecindarios horrendos y llenos de tragedias.
Me río de rabia, de incredulidad, de culpa, de esto que no sé nombrar (como pude amar a este ser tan egoísta) cuando te pido para el médico y no tienes más que cien pesos más pero ya te vi llevando un ramo de tres mil a tu siguiente víctima.
Dices que no le faltaría nada si estuviera contigo, eso sólo indica que sabes perfecto que le falta todo, pero quieres hacernos daño.
Me quieres esclava, con dobles turnos, con mi bebé lejos de su nido, lejos de su leche, asustada y con la adrenalina a full cuando descompleto la guardería.
Me quieres así, como el lobo quiere a su presa, metida en la cueva esperando cuando vas a atacar, alegar que no puedo y llevárselo a tu mamá o a tu nueva conquista, porque después de quitarme mi vida, engañarme, arañarme la dignidad y patearme en el piso, yo me aferré a mi cría, defendí su derecho a vivir digno, te exigí que escondieras los colmillos y eso no es lo que se supone que hace una presa.
Te tengo noticias: No somos los conejitos en la cueva.
Cuando mi bebé pregunte, sabrá que un padre no es quien siempre trata de dar menos. Lo protegeré de la idealización de tu existencia.
Y serán años duros, de turnos dobles, visitas al juzgado, tetas doloridas y noches de estudio, angustia y ataques de pánico, pero, al final, marcharemos enrebozados para exigir que te toque lo que te mereces y a nosotros también; al final, criaré a alguien que no condene a su propia sangre para castigar a quien no lo quiso seguir queriendo.
Me cago en tu miserable “pensión”. Nosotros valemos mucho más de lo que quieres darnos, pero no por eso dejaré de pelear lo que mi hijo y mi trabajo no pagado al criarlo en soledad se merecen.
No tendrás el privilegio de mi derrota, ni mi silencio, ni mi cansancio, tu no.
Soy la digna rabia de mis ancestras, la sagrada defensa, la justicia Universal y el mundo es mío para protegerlo y no tuyo para destrozarlo.
