Mi mejor amiga me contó que cuando quiso hacer un viaje con sus amigas, entonces el esposo le dijo que, si ella se iba, él también se iba a ir la misma cantidad de tiempo de viaje con los suyos.
Ella aceptó, porque, claro, es lo justo, ¿no? Pero después se quedó pensando en lo difícil que iba a ser quedarse 5 días sola con los niños, el trabajo, el negocio, y la bebé tan demandante…
Y mejor nos canceló. Además, el esposo tenía viaje de negocios dentro de poco e iba a ser más la carga que la ganancia, dijo.
Y a mí se me atoraron las palabras para decirle que eso no es justicia, es igualdad, y que la igualdad no la necesitamos las mujeres, ni los hombres, porque si hubiera igualdad construida en torno a los privilegios de los varones, las crías morirían de hambre y las plantas se secarían.
Y una igualdad basada en la hiperexigencia social a las mujeres terminaría en una epidemia en ambos géneros de enfermedades de la salud mental.
Ahora mismo solo somos nosotras enfermas por la sobrecarga.
No, no quiero ver a su esposo quebrado como ella, entre maternar, cuidar una casa, trabajar y emprender.
Pero tampoco quiero verla a ella otros diez años agotándose por lo mismo sin el privilegio siquiera de trabajar fuera de espacios llenos de gritos y crayolas rotas.
Es fácil para él cobrar ése acceso a la libertad y hacerlo pasa como igualdad, pero la igualdad no es justicia y lo justo sería que, si su marido se va diez días a trabajar, regresa y ella se toma otros 10 días para sólo trabajar, mientras él se hace cargo de todos los demás roles así como ella lo hace para que trabaje cómodo.
Me mordí la lengua como cada vez que una amiga me dice que tiene que pedir permiso, preguntar si puede hacer ese gasto, elegir entre salir a desayunar con nosotras o su día libre para pintar, porque la igualdad que a ellos los impulsa niega la brecha de privilegio entre ellos y mis amigas una y otra vez y las coloca ante decisiones imposibles, y yo las veo apagarse, alejarse, renunciar a sus sueños, y asumir que todo es como debería ser.
Que el hombre en proceso de deconstrucción es incluso el menos peor, no quiere decir que no esté viviendo a expensas de la esclavitud de la mujer con la que vive.
Que la repartición de carga mental, física, económica y del cuidado solo puede ser justa cuando es consciente todo el día, todo el tiempo, a cualquier hora.