Sociedad

Hijas de la guerra

  • Criando Consciencia
  • Hijas de la guerra
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

Mientras las madres de un lado del mundo corren con sus hijos en brazos tratando de guarecerse de las bombas que caen del cielo, mientras los niños sufren amputaciones sin anestesia, orfandad sin remedio, sed, hambre, frío, y las mujeres embarazadas se ven obligadas a enfrentar sus partos, embarazos y lactancias en una crisis de humanidad con precedentes y al parecer sin memorias, nosotras, en este lado del mundo con un poco más de privilegios lejos de las guerras activas del hombre, nos enfrentamos al silencio de la guerra que sucede desde el momento que nacemos al mundo patriarcal.

Aquí no nos caen bombas encima, no vemos los escombros enterrar a nuestros hijos, pero nos duelen los dolores de todas aquellas mujeres cuyos hijos son hijos de la guerra, de un cierto modo mucho más suave, entendemos la guerra, porque una silenciosa pero brutal sucede contra las mujeres en todas partes del mundo.

Aquí solo podemos seguir adelante día a día, mientras el monstruo nos muerde los pies y nos destroza los dientes, mientras nuestras hermanas se desangran en tiendas improvisadas de atención hospitalaria. 

Aquí nos llega el sabor a cal y cemento en la boca, mientras se destrozan los hogares que con esfuerzo y afecto cobijaban niños al otro lado del mundo.

Y como quejarte entonces de las pensiones indignas, de los jueces corruptos, de los trabajos con salarios mal pagados, de las guarderías heladas, carentes y caras, de los hombres que engañan, violan y matan; de los gobiernos que no persiguen, no castigan y no castran a quien se lo merece.

¿Cómo quejarte si al menos puedes hacer tamales para mantener a tus hijos, vivir con tu madre bajo un techo que no está amenazado por el fuego, beber agua que, aunque le cuesta al pueblo es de relativo fácil acceso, cómo quejarte, dime? ¿Si la amenaza de los bombardeos no vive arriba de nuestras cabezas?

Eso quiere la hidra de mil cabezas, enfrentar nuestras batallas para que se vean insignificantes, tontas y pequeñas, enfrentarnos para que sintamos que no vale la pena alzar la voz ante el sufrimiento propio o ajeno, enfrentarnos siempre a una realidad muchísimo peor a la propia o a la que alcance nuestra imaginación para que el miedo nos respire en la nuca.

Quien no ha agradecido vivir en Latinoamérica, donde los salarios son irrisorios, pero puedes vender buñuelos, donde el agua cuesta, pero hay en casi todos lados, donde nos matan a once diariamente pero no existe el corte de clítoris, donde los violadores entran a la cárcel por periodos de tiempo ridículos, pero al menos no nos llueven bombas encima.

¿Por qué deberíamos estar agradecidas por vivir en una barbarie más invisible que la otra? ¿en qué momento dejarán el régimen de terror en que nos han forzado a vivir desde el primer momento que nacimos al mundo siendo niñas?

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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