Cada cierto tiempo se me abre la herida antigua.
Ésa, que me tenía corriendo detrás de las niñas en el patio de la escuela.
Ésa en la que yo doy sin medida y termino soportando todo, una vez tras otra para preservar vínculos que mi instinto me grita que no son.
Pero ahí estoy, con esa necesidad desesperada por pertenecer, porque los demás se esfuercen para que yo me sienta perteneciente
Y nunca pasa, los errores de los otros me pasan por encima y resisto.
La falta de empatía de los otros me pasa por encima y resisto.
Pero cuando me quiebro y finalmente pido empatía, contención, atención…
Es entonces cuando me doy cuenta que he vuelto al patio de la escuela. A perseguir lo que nadie quiere darme.
Es un problema en mis relaciones adultas y laborales esperar que siempre se va a empatizar conmigo en la misma medida que yo lo hago, error que he cometido una y otra vez y que me ha quitado muchísimo.
Hace años, un proveedor me vendió productos mal hechos, fueron entregados mientras yo estaba de viaje, el proveedor no me respaldó y desencadenó la pérdida de la tribu que había construido con tanto esfuerzo.
Desde entonces cuido mucho mis vínculos, pero de nuevo, sucede, se repite, porque nada en esta vida es lineal.
La consciencia de que las relaciones deben siempre ser recíprocas de nuevo se relega al fondo del cerebro mientras el corazón trata de sentirse parte, poner en primer lugar mi bienestar antes que la empatía por los otros vuelve a nublarse, porque sube y baja, esta necesidad tan terrible de ser adecuada.
Pienso que todo esto nos pasa a muchas desde la infancia, porque nos adaptamos a soportar maltratos a cambio de migajas de cariño y atención de nuestros cuidadores principales.
Se traslada incluso a las relaciones entre pares, se genera resistencia y adaptabilidad al bullying y finalmente se termina como un adulto con alta e inadecuada resistencia a las faltas de respeto, maltrato y sobre exigencia de empatía, cuidados y soportabilidad a actitudes, omisiones y actos de otras personas, ésos otros a quienes desesperadamente (por la razón errónea o random que sea) ansias pertenecer.
Este ejercicio de análisis sobre mis vínculos y mis acciones por y para ellos deberá ser más constante, para evitar caer en este bucle en el cual doy sin recibir y viceversa.
Las relaciones personales, laborales y vínculos consanguíneos deben ser recíprocas, o no ser, porque nuestro lastimado cerebro y corazón no tiene resistencia a un vínculo que no lo sea, y a las ansiosas provenientes de ambientes de violencia e indiferencia nos hunde más en la búsqueda de aceptación y afecto.
