Uno de los placeres culposos que aún conservo, es la lectura de fanfics escritos por mujeres con personajes masculinos sumamente protectores y posesivos, con un comportamiento que, en la vida real sería, cuando poco, violento.
Analizando de donde viene ese disfrute, cuando soy activista, feminista acérrima y una luchadora que no se deja nunca o casi nunca, he llegado a la conclusión de que las mujeres, al ser cuidadoras principales de todo el mundo (los hijos, los padres, el marido, las amigas), estamos sedientas de cuidados.
Y si esos cuidados vienen de un hombre de ficción que demuestra una voluntad casi tóxica de realizarlos nos emocionamos aún más, porque, ¡que sueño! ¡Ni siquiera tengo que pedirlo!
Hablando con varias amigas para la redacción de esta columna, me doy cuenta que no soy la única.
Muchas mujeres consumen novelas, fanfics e historias donde el hombre cuida obsesivamente, voluntariamente y, bajo análisis feminista necesario, violentamente.
Las mujeres tenemos un fetiche de cuidados.
En la vida real, ningún hombre se tomaría la molestia de anticiparse a nuestros deseos, de conservar datos de nuestras preferencias y guardarlos como un tesoro para su uso cuando son adecuados.
De inundar la oficina de rosas mientras nos protegen y defienden ferozmente respetando nuestro libre albedrio, nuestro derecho a decir no y valorando nuestro consentimiento.
En la vida real quienes te inundan un cuarto de rosas son quienes te mandan al quirófano para buchonear tu cuerpo y te restringen la libertad humana, transformándote en un objeto hermoso para el narco.
En la vida real quienes conservan detalles importantes de tus preferencias suelen restregarte sus acciones para conseguir que cedas tus cuidados hacia ellos a raudales y sin costo, hasta el agotamiento.
En la vida real quienes se anticipan a tus deseos se aseguran de anularlos de a poco para transformarte en lo que ellos necesitan que seas.
En la vida real las mujeres aceptamos cuidados de los hombres con precaución y miedo porque la experiencia nos ha mostrado una realidad que siempre que se pone sobre la mesa resuena en voces ofendidas que empiezan con “no todos los hombres”. Pero si, todos.
Tu papá, tu hermano, tu novio, tu hijo si no lo educas para el rechazo de sus privilegios patriarcales.
Todos los hombres están acostumbrados a ser cuidados, y todos, absolutamente todos están acostumbrados a brindar cuidados solo a desgana, cuando ya no hay más remedio o a cambio de algo que no estamos dispuestas a entregar voluntariamente.
Por eso las mujeres (mis amigas al menos), fantaseamos con ser atropelladas y heridas levemente, para poder tomarnos unos días en el hospital para descansar.
Por eso las mujeres seguimos leyendo a hombres protectores escritos por mujeres que son todas las fantasías de una mujer que anhela ser cuidada en la misma medida en que ella cuida.
Me gustaría señalar que hay que ser cuidadosas con este fetiche. Fetichizar la realidad puede ser sumamente doloroso y riesgoso para las mujeres.
Buscar en el mundo real un hombre dispuesto a cuidar como lo deseamos con tanto fervor puede llevarnos a los brazos de un narcisista o un psicópata integrado.
Ellos también son plenamente conscientes de la sed que tienen las mujeres de ser cuidadas como lo merecen y dan a manos llenas al inicio (se le llama “lovebombing”) y después, cuando ya te enredaron, te devoran. Eso no lo muestran los fanfics, pero esto es la vida real.
A las mujeres heterosexuales no les queda mucho más que vivir en alerta permanente con respecto a sus vínculos afectivos.