Porque resuena en mi corazón el lamento de mis hermanas, aquellas que descubrieron una infidelidad mientras estaban lidiando con más de un duelo, aquellas que se vieron expuestas a enfermedades y violencia sexual y ahora deben “agarrar la dignidad” e irse sin nada mientras el otro queda libre de responsabilidades.
Infidelidad es violencia. Las mujeres somos las que siempre nos quedamos heridas, sin casa, con miedo, ilusiones rotas y la responsabilidad de seguir funcionando más allá de nuestras capacidades humanas.
Es entonces cuando las mujeres se convierten magia. Esa pura y cruda magia que es capaz de devastar la tierra con terremotos e inundaciones. La magia que hace que el aguacero no cese.
La magia que yacía escondida en el lavadero, la alacena y la ropa por planchar.
No voy a tomar mi dignidad e irme: voy a desenterrar mis raíces y arrancarle mi corazón, el que le había regalado, con el que nutría el hogar cálido y la despensa llena.
Me llevaré la magia que siempre alargaba la quincena y la alegría que sentía cuando, cargando más de dos hijos lo veía triunfar y yo me quedaba en stand by.
Me llevaré los sueños que creí que había sembrado, y los quebraré en mis dedos para crear nuevos.
Tomaré las sonrisas de mis hijos que él jamás creó voluntariamente, (porque hacer lo que le dicen no es igual) y les explicaré porque el mundo se volteó de cabeza, haciendo que mi voz suene más alta que la tormenta, arrullando y protegiendo del miedo.
Será entonces que habremos de sembrar sonrisas nuevas.
Y luego, si en algún momento, en mi propia raíz, con mis hijos y la alacena llena, los sueños en tierra y en las manos, decido compartir mi tiempo y mi energía con alguien más, NO VOY A OFRENDAR EL CORAZÓN, ése se queda en su lugar bien puesto, y lo mío con el otro deberá ser como un contrato que no ponga de nuevo la salud física, mental y la libertad, al servicio, como garantía de que el otro será feliz y pleno, sin saber que pasará conmigo.
Me enrabia ver a mis hermanas sufriendo. Me enrabia saber que mi propia relación contractual siempre está en riesgo porque SON HOMBRES quienes no saben cuidar, crear y respetar el vínculo sagrado que el corazón en ofrenda ha creado.
Beben sangre como renacuajos, violentos, brutales, se sacian como mosquitos amazónicos y se van. Yo ya no quiero, ya no ejerzo el amor así.
Lo mío es un contrato, un vínculo nutricio o nada. (Diría el hombre con el que vivo que qué fría me he vuelto), y sí, me sequé, marchita unos cuantos años, cuando aquél bebía de mi sangre, de mis flujos, de mis sueños y mis misterios y cuando se fue, me quede sin aliento, pero nuevamente escarbé en la raíz, encontré la podredumbre y la podé, me moví sola, al bosque, fuera de la maceta.
Con los pies sangrantes, el vientre lleno y los niños en brazos, buscando un lugar para estar bajo las estrellas.
Y ahí crecí libre. No dejaré que la plaga que ustedes llaman amor me quite eso.
A mí no me hablen de amor. El amor es rabia, cuando me lo ofrecen así, como cadenas. La ida a la iglesia, las comidas calientes, la disponibilidad sexual.
A mi dime cómo vas a nutrirme las raíces, acariciarme el pelo, honrar la magia y vemos.
No volveré a ofrendar anhelos al hombre. Nunca.